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La maldición de la bella. Autor: José Chamorro. (Relato intertextual con la bella durmiente).

 

Hace muchos años en un país lejano, vivía una familia de reyes en la apacibilidad de su castillo. Todos en el reino adoraban a sus reyes caritativos y bondadosos. Más se alegraron cuando la noticia extendida por todos los confines, de que la primogénita y futura princesa llegaría al mundo en tan solo 9 meses. Todos en palacio desde aquel día planificaron festines y comenzaron a preparar sus mejores vestimentas para la ocasión tan ansiada y esperada; las invitaciones se esparcieron por doquier, por los más profundos rincones de la tierra. Cuando la invitación llegó a las 13 hadas, que resguardaban la paz universal, cada una de ellas pensó un don a otorgarle.

El gran día había llegado, Anastasia había nacido para continuar el legado de sus padres. En el ambiente se dejaba entrever un aura de misterio, misticismo y magia, dando la entrada a que cada una de las hadas se enfilara para otorgar desde sus más hondos deseos, los dones a su majestad la princesa.

Primero se acercó Esperanza, hada carismática que embelesaba a todos con su alegría y entusiasmo; su don fue la elocuencia. Luego, vino Encantadora, quién danzarina y ferviente le otorgó el don de la pasión. En tercer término se acercó Responsabilidad, quién con su aire parco y señero solo se limitó a decir: - Cumplirás con tus deberes de ama y señora de tu hogar solícitamente, sin perder jamás tu autonomía.

En cuarto lugar, se presentó Asertividad, quién pensativa y concienzuda señaló: - Serás una sabia consejera y quién te solicite tu opinión, sabrá encontrar en ti a una hábil y locuaz mujer. En quinta instancia apareció deslumbrante Respeto, que con su aire solemne y puro, inspiraba a sus hermanas hadas y en todo quién la observaba un hechizo de mágico encanto. - En esta ocasión, amada niña mía, te harás merecedora del don de la admiración. Todo aquél que contemple tu rostro, nunca dejará de admirarte, aun pasen mil años.

En sexto lugar se manifestó Generosidad, quién pródigamente le otorgó a Anastasia los ojos más bellos de la tierra, brillantes y calmos como el agua del mar, azulados como el océano y unos labios carmesíes, imposibles de olvidar. En una séptima aparición, hizo ingreso Aceptación, quién pronunció las siguientes palabras: - Te aceptarás tal cual eres y jamás verás lastimada tu autoestima; sin importar las circunstancias de tu vida, siempre te valorarás a ti misma. Luego de ello, se presentó como la octava hada, Gratitud; fácil de reconocer por las infinitas “gracias” y “con permiso”, que dejaba de entrever como una estela a su paso. Solo se atrevió a decir: - Disculpa bella princesa de nuestro reino, gracia divina y sol de la mañana, que la luz de la cordialidad ilumine tus tratos hacia todo aquél que cruce palabra contigo.

Una novena e inesperada presentación fue la de Precaución, que más que un don le dio un consejo al oído: - Recordarás mis palabras a lo largo de toda tu hermosa existencia; no te dejes engañar por las falsas adulaciones y la presunción de quiénes no admiren en ti tus virtudes interiores.-  La décima presentación fue concebida por Cuidado que solo vaticinó:  - salud y bienestar hasta donde alcance tu vida y tus sueños, Anastasia.

En décima primera entrada a la ceremonia, cuando las arpas ceremoniales llegaban a su clímax, se lució galana, Prudencia y con un tono de voz que apenas alcanzaron a percibir las otras hadas y menos aún los presentes; comentó: - Querida mía, no te enamorarás del primer hombre que admire tu belleza, ni de todos aquellos que solo vean en ti tus armoniosas facciones; solo amarás con la intensidad del alma, a aquél que al besarte encienda tu sentir y te ame por sobre todas las cosas, sin importar tu edad, belleza, sabiduría o inteligencia.

De pronto, al finalizar sus palabras Prudencia, un frío gélido recorrió la estancia de palacio y con un aire avasallador y gallardo, se aproximó Orgullosa. Cuidado, Precaución y Prudencia, que siempre estaban junto a la niña, la quisieron apartar, pero Orgullosa no lo permitió.

-          Osáis a imponeros ante mí, pusilánimes hermanas. Bien saben ustedes que en este mundo nadie puede ser mejor que nosotras. Sin embargo, ustedes han otorgado sus dones más preciados a Anastasia, olvidándose del equilibrio del mundo. No puedo permitir que existan mujeres como Anastasia, donde los hombres se arrodillen a sus pies, ¿qué pasaría con nuestro mundo, heredado durante siglos y milenios por nuestra madre primigenia. ¿Han olvidado acaso las primeras escrituras?;  en castigo por desobedecer las leyes de la naturaleza; impondré mi veredicto. – Concluyó con voz de Ultratumba, Orgullosa.

Un silencio sepulcral extinguió todo atisbo de sonido en el lugar y las hadas fueron cayendo una a una por los hechizos del hada más antigua y poderosa de los remotos tiempos. Finalmente tras de sí un campo de una malévola aura la rodeó y extendió sus brazos frente a la recién nacida y exclamó:

-          Obedecerás siempre a  los 10 mandamientos impuestos por las sagradas escrituras de nuestro reino hasta el fin de tus días, sin objeción que pueda salvarte de su sentencia. – Un sonido gutural salió de su pecho, atravesando su garganta.

 

-          Primer mandamiento: Amarás y respetarás al hombre por sobre todas las cosas; segundo mandamiento: Siempre respetarás el nombre de tu esposo; tercero: Alabarás al hombre con abundantes banquetes y comidas,  que no podrán ser dignos de reproche alguno. Cuarto mandamiento: Honrarás al hombre por sobre todas las circunstancias. Quinto mandamiento: Sin importar el trato que recibas, jamás podrás atentar contra la vida de un hombre, más que someterte a sus designios y deseos. Sexto mandamiento: Nunca podrás frecuentarte íntimamente con un hombre, que no sea tu esposo. Séptimo: Todo lo tuyo, será posesión del hombre y nunca te atreverás a tomar aquello que no te corresponde, ni a desear más poder que él, sin derecho a reclamo alguno. Octavo mandamiento: Jamás levantarás falsas calumnias que afecten la honra del hombre. Noveno: No desearás a otro hombre, ni aun en pensamientos. Décimo mandamiento: No codiciarás los bienes de tu esposo. Esta es la maldición que exijo para ti, te acompañará hasta tu muerte y afectará a toda tu descendencia femenina y a las mujeres de los reinos de la tierra, hasta el fin de los tiempos. - Tras pronunciar estas palabras, su energía vital se desvaneció, consumiéndose en cenizas.

                     Tras aquel espectáculo de horror, todo el reino que se encontraba en el recinto, quedó absorto y anonadado, sin emitir palabras alguna; Justicia, la décimo tercer hada con lágrimas en los ojos se arrodilló frente a Anastasia y pidió a sus hermanas que las acompañaran con su mágica energía; luego le dijo a Anastasia, contemplándola: - ¡Oh, querida niña!, qué destino más trágico te espera, no quisiera ver tu desolado e inmerecido final. Solo puedo otorgarte mi más preciado tesoro; desde hoy serás el lucero que alumbre mi camino. – Y tras estas tristes palabras, un aura de luz invadió todo el palacio; las 12 hermanas formaron un círculo alrededor de la niña y Justicia la tomó en sus brazos, diciendo:

-          ¡Querida Anastasia, nuestro poder no alcanza para deshacer la maldición, pero te liberaremos a través del sueño eterno! Te concedemos el sueño eterno, que solo se romperá tras un beso de verdadero amor. El amor es la única fuerza que puede romper esta injusta sentencia de Orgullosa. – Finalmente, Justicia cayó enceguecida por la luz y desde allí en adelante se ha proclamado por todos los confines de la tierra la leyenda que el día en que Anastasia se durmió, la Justicia es ciega.

Con el pasar de los años y tras morir los reyes, sin mayor descendencia, el pueblo fue olvidando la maldición de la princesa y el palacio se fue rodeando de musgo y rosas silvestres; sin embargo,  más de algún intrépido hombre, ansioso de conocer a aquella princesa de belleza legendaria buscaron de mil y una formas llegar al castillo, no obstante, nadie lo lograba, puesto que no tenían un corazón puro de amor.

Pero un día, tras dos mil años de aquella mítica maldición, en un mundo atiborrado de modernidad, edificios y decadencia, donde la corrupción estaba a la orden del día, un joven pintor se aproximó al bosque para buscar inspiración y, conforme atardecía, más se adentraba en el bosque, hasta que al llegar el ocaso, cayó tendido bajo la sombra de un hermoso rosal. Este lo embargó de un aroma dulce y encantador, conduciéndolo y abriéndole paso a las ruinas del antiguo y milenario castillo, como una especie de trance. Sin percatarse y sin ser dueño de sí, aquel joven ingresó a una estancia oculta del palacio, durmiéndose hasta el amanecer. Al día siguiente, desperezándose y abriendo sus ojos, contempló frente suyo a la más bella mujer que jamás haya visto, cuyos labios carmesíes y ojos azules, profundos y abiertos como el mar lo embelesaron. Él quiso despertarla, sin embargo, no lo lograba, por ello estuvo durante 3 días y 3 noches retratando a aquella princesa sobre una tela que encontró en uno de los cuartos del ruinoso castillo y tras ello, se produjo el hechizo, después de ver su perfecta y acabada obra,  el cuadro más bello jamás pintado, se sintió turbado y ansioso, con solemnidad se acercó a la musa de sus sueños y le robó un beso.

Todo lo que sucedió después ya es historia; Anastasia y Miguel ángel, aquel sensible pintor caminaron juntos, lado a lado, respetándose, escuchándose y amándose como apasionados enamorados , cuyas hijas e hijos trajeron al mundo una nueva forma de convivencia entre hombres y mujeres, olvidadas por tantos siglos en el mundo.

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