La llegada del fin de año siempre da cabida a la reflexión. Especialmente en un año que como humanidad nos ha traído innumerables desafíos, donde el bienestar personal, la salud y la vida en plenitud ha sido sin duda alguna a lo que más nos hemos volcado. Nunca será tarde para vivir cada momento de la vida al máximo, en sus instantes de alegría como en aquellas circunstancias más difíciles donde el dolor se ha hecho presente. La vida continuamente nos permite renovarnos, replantearnos y generar en nosotros un cambio que nos permita alcanzar nuestro desarrollo como personas.
Cada año, así como cada día nosotros decidimos cómo vivenciar las circunstancias; en nosotros está cómo sobrellevar las experiencias adquiridas, las problemáticas y diversas situaciones que demanda de nosotros la vida. Nadie nos enseña a vivir, pero los lazos con nuestra familia, amigos, seres queridos y personas con las que nos vamos cruzando a lo largo de ella deja en nosotros una huella significativa que forma parte de lo que fuimos, de lo que somos y de lo llegaremos a ser. Nada en esta vida es fruto del azar, cada acto, cada decisión y persona que conocemos y vivimos tiene un propósito, que quizás no descubriremos en un primer momento, pero llegará aquel día en que tal vez sin haber trazado un plan, todo lo vivido cobrará sentido.
Mi invitación es a ser felices cada día, incluso en aquellos días que deseamos rendirnos porque el camino se ha puesto cuesta arriba. Siempre existirá la posibilidad de superar esas vicisitudes con optimismo; después de todo lo sucedido este año está en cada uno de nosotros el saber tomar aquello que queremos permanezca en nuestra vida o simplemente dejar y soltar todo lo que no nos permite avanzar. Nadie más que nosotros puede elegir qué anhelamos que nos depare el destino y en lo cotidiano, aproximarnos cada día más a ese encuentro verdadero cara a cara con nosotros mismos.
José Patricio Chamorro Jara, Copiapó, 30 de diciembre 2020.
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