sábado, 13 de agosto de 2022

Íntimos pensamientos.

 Como un colibrí en tu ventana se abren las puertas de tu alma.

Miras al horizonte en los ojos de tu niño dormido.

La felicidad son las pequeñas emociones que te permites sentir.

Jamás dejes que tu corazón sea la magulladura de una herida abierta.

Solo fluye con el torrente de tus íntimos pensamientos.

José Patricio Chamorro.
Copiapó, 5 de agosto del 2022.

Estrellas errantes.

 Sombras errantes se pierden en una canción de Rock and roll.

Estrellas de paso difuminadas en un horizonte ausente.

Voces desterradas que acallan, silencian tu voz.

tú mismo en la inmensidad del camino.

Imparable caminar más allá de tus solitarios pasos.

Toma mi mano y vuela por otros cielos despejados que te sonrían.

Nadie amará tu fulgor como esa caricia ilusionada que besó al amor.

José Patricio Chamorro.
Copiapó, 14 de agosto del 2022.

jueves, 11 de agosto de 2022

Itinerarios de viaje, recorridos y vagabundeos en Poste restante de Cynthia Rimsky.

 

El presente trabajo analizará la novela Poste restante de la autora chilena Cynthia Rimsky, enmarcada dentro de la corriente literaria de la Postdictadura. Este contexto no es menor, pues la autora traza su escritura desde la experiencia autobiográfica como chilena de origen judío, vivenciando en primera instancia el proceso de la dictadura militar y, posteriormente el de la transición a la democracia. Como se mencionó, el marcado rasgo autobiográfico será central en el desarrollo de la trama, donde las experiencias de viaje y el encuentro con los objetos, surtirán un despliegue de desencuentros potenciales con su identidad: “El lector no sabe, ni necesita saberlo, dónde termina la realidad personal de la escritora y empieza la ficción. Autora, narradora y narrada se sobreponen, dando mucha variedad a la trama y al punto de vista, en un constante juego entre primera y tercera persona” (Rimsky 14).

Uno de los rasgos particulares de esta novela es su carácter experimental, en tanto incorpora otros registros no solo escritos, sino que también visuales, a través de imágenes que dialogan y complementan la trama, formando un nudo significativo que permite una progresión temática de la historia sin interrumpirla, trasponiendo los límites de lo que vendría a ser el género discursivo de los diarios de viaje o diarios íntimos (de vida), puesto que continuamente se entrecruzan las fronteras genéricas, dificultando su encapsulamiento en un solo género literario-discursivo, proveyéndonos de múltiples códigos semióticos.

Es este aspecto crucial para la hipótesis que se desea desarrollar: Los códigos escritos y visuales en diálogo permanente propician un proceso de descubrimiento y viaje, no solo exterior en tanto desplazamiento físico, sino que amplía la visión del viaje hacia una búsqueda interior situada entre los límites de la sujeto-errante, en tanto vagabunda, que se desplaza en búsqueda de las raíces de su propia identidad como autora-protagonista-narradora y desde el privilegio de la turista; la viajera: “Cada vez que la viajera se aventura a un nuevo lugar, siente un cosquilleo interno” (Rimsky 34).

A saber, como objetivo general del ensayo se propone analizar e interpretar, a través de marcas textuales y respaldo teórico-crítico el camino autobiográfico trazado por la autora como vía de autodescubrimiento de sus raíces culturales y proceso identitario. En línea con lo anterior el libro conforma una miscelánea de experiencias simbólicas y representativas que serán el hilo conductor para la elaboración de las interpretaciones propuestas: “Las imágenes de las páginas con los apuntes que la protagonista toma durante el viaje, las fotos de los sobres de algunas cartas enviadas desde Chile, las imágenes de los mapas de las diferentes ciudades, y … la foto del álbum que da origen a toda la historia, así como algunas fotografías aun más personales tomadas durante el viaje” (Rimsky 15).

Es preciso establecer conceptualmente en primera instancia para perfilar a la protagonista de la historia dos conceptos relevantes formulados por Baumann, es decir, el de turistas y vagabundos, dado que nuestra protagonista estará en errancia permanente siempre buscando, siendo y eligiendo nuevas posibilidades, desechando otras, pero se sabe errante, que no pertenece realmente ni a uno, ni otro territorio, que solo se basta a ella para construirse a sí misma:

Los turistas se desplazan o permanecen en un lugar según sus deseos. Abandonan un lugar cuando nuevas oportunidades desconocidas los llaman desde otra parte. Los vagabundos saben que no se quedarán mucho tiempo en un lugar por más que lo deseen, ya que no son bienvenidos en ninguna parte. Los turistas se desplazan porque el mundo a su alcance (global) es irresistiblemente atractivo; los vagabundos lo hacen porque el mundo a su alcance (local) es insoportablemente inhóspito. Los turistas viajan porque quieren; los vagabundos, porque no tienen otra elección soportable. (Baumann 122).

Algunas de las interrogantes que resultarán claves para establecer líneas de lectura guardan relación el malestar que le provocaba su vida en Santiago, como las experiencias vividas y en ausencia en otros lugares, así como la continua evocación de qué es y no es Chile, que se transforma en otra forma de vivir una experiencia que atraviesa sus propios territorios y desplazamientos: “Este viaje, pues, le da a la protagonista la posibilidad de conocer la vida otra, la vida que no vivió, y que le hubiera tocado si sus antepasados se hubiesen quedado en Europa del Este. La búsqueda de sus orígenes le hace emprender una búsqueda dentro de sí misma: la mujer se redescubre” (Rimsky 16).

La protagonista inicia un viaje físico, cuya suma de las partes termina siendo más que la totalidad de la experiencia, recorre Tel Aviv, Israel, Jerusalén y tantas otras ciudades que la ligan con su pasado histórico, con su línea genealógica, étnica e identitaria, más allá de la búsqueda de sus raíces culturales, que no son más que la excusa o justificación perfecta para desplegarse y desplazarse para encontrar su propia identidad. En concordancia con lo anterior, Zygmunt Baumann nos plantea una idea esclarecedora con respecto al relato de Rimsky:

Ya no existen “fronteras naturales” ni lugares evidentes que uno deba ocupar. Donde quiera que nos encontremos en un momento dado, no es posible ignorar que podríamos estar en otra parte, de manera que hay cada vez menos razones para hallarnos en un lugar particular (y de ahí que a veces sentimos un ansia abrumadora de encontrar -de inventar- esa razón) (Baumann 103 - 104).

Como se ha aludido, la narración emerge desde la experiencia del viaje, los itinerarios y recorridos de la protagonista que desde un principio, evoca su experiencia en un mercado persa de Arrieta en Santiago un domingo de octubre de 1998, donde encontrará un álbum de fotografías, lo que da paso a reflexiones sobre la historia íntima, familiar y social de Chile, sin embargo, su voz a su vez se reconoce como la de una migrante que observa, pero que no logra identificarse del todo con aquellos objetos: “Para los emigrantes la historia es una línea trunca y el recorrido por dicho mercado tiene más relación con la imaginación que con la memoria” (Rimsky 13).

Tras este encuentro, ella estaba completamente decidida a emprender un viaje, sin saber aún qué esperar, no obstante, se inclinaba más bien hacia desentrañar el origen y lugares donde habían sido tomado aquellas imágenes, pero como se verá, la realidad superará las expectativas: “Al momento de encontrar el álbum de fotografías en el mercado persa había planificado un viaje a Ucrania. Como su interés no era encontrar parientes o el nombre en una tumba, decidió que buscar el origen de las fotografías podía ser un destino tan real como el otro” (Rimsky 14).

Otro aspecto que resulta de interés es el cambio de persona gramatical que nos vamos encontrando en el registro escrito-testimonial del relato, pues nos desplazamos continuamente entre una voz narrativa en tercera persona hacia una en primera persona, por ejemplo, en el capítulo “Álbum de familia”, nos encontramos con frases como: “Su apellido es Rimsky. La diferencia en la última letra bastaría para colegir que no se trata de la misma familia, sin embargo, al dar vuelta la página y ver la primera fotografía experimentó la emoción del viajero cuando escoge un camino que lo llevará a un lugar desconocido” (Rimsky 13), que dado que se encuentra en tercera persona gramatical y conoce el detalle de los sentimientos de la protagonista, nos lleva a pensar en una narración de carácter omnisciente, pero aun así pese a lo impersonal de la voz y la objetividad que manifiesta, es indudable que ya refiere a ella misma, la voz autorial del relato que con aquel distanciamiento logra reconocerse desde otra perspectiva a sí misma.

No obstante, en los capítulos siguientes accedemos a una voz narrativa en primera persona, adquiriendo un matiz más intimista, cuya voz protagónica emerge para entrar en diálogo interno consigo misma, por ejemplo, en: “Jueves 11 de febrero, mar mediterráneo. En tanto las nuevas lenguas registran mis pasos, la voz que me acompaña desde la infancia se repliega a un lugar tan íntimo que en ocasiones se me hace necesario buscar las palabras olvidadas” (Rimsky 57).

También resultan llamativas para el análisis las frases poéticas a modo de versos que se van encontrando a lo largo de la lectura, que igualmente dialogan con el desarrollo de la trama y con las imágenes, creando un relato eminentemente visual, a través de la construcción lingüística en sincronía con el soporte textual a modo de tejido que constituye junto a las imágenes: “Una niña en traje de baño sentada en una roca/ sustrae la atención que concita la caída de agua/ en segundo plano” (Rimsky 13), o más adelante en la narración cuando la turista-viajera se encuentra contemplando el amanecer en la cumbre del monte Sión a más de dos mil metros de altura, donde Dios entregó la Ley a Moisés: “Una joven en lo alto de la colina/ contempla las nieves eternas a su alrededor” (Rimsky 55).

Asimismo, las fotografías complementan y objetivizan la narración, permitiéndonos ya no tan solo imaginar, sino que visualizar los objetos que dan vida y significación al relato, por ejemplo, el álbum de fotografías encontrado en el persa de la calle Arrieta (página 15) o el pasaporte que le permitirá transitar por otros territorios y fronteras, que así como su dirección, representan su individualidad, identidad e historia personal de vida, pese a que para otros como un agente de aduana es solo un mero documento (página 18); “Martes 22 de diciembre de 1998, Aeropuerto Heathrow, Londres. El funcionario de Migración que revisa mi pasaporte no da importancia al domicilio. La palabra Bilbao no significa para él la pequeña casa al fondo del pasaje, la ventana de la cocina donde armo el relato de mis vecinos” (Rimsky 19).

A propósito de la presencia constante del pasaporte es interesante la perspectiva que asume Baumann como objeto de privilegio que permite al viajero cruzar fronteras físicas, pero que a su vez priva a otros, los excluye como non gratos dentro del actual contexto globalizado, inmigrantes no deseados, ya sea por razones sociales, culturales, política o económicas:

Por todo el globo proliferan las visas de ingreso; no así el control de pasaportes. Este último es necesario acaso más que nunca … La combinación actual de la anulación de visas de ingreso y el refuerzo de los controles de inmigración tiene un profundo significado simbólico; podría considerarse la metáfora de una nueva estratificación emergente. Pone al desnudo el hecho de que el "acceso a la movilidad global" se ha convertido en el más elevado de todos los factores de estratificación. También revela la dimensión global del privilegio y la privación, por locales que fuesen. Algunos gozamos de la libertad de movimiento sans papiers (Baumann 115).

Sin duda las imágenes, así como las frases poéticas señaladas constituyen puentes para nuevas significaciones de la lectura que abren una polisemia, así como la presencia de intertextualidades como las referencias literarias a Baudelaire y otros autores, enriquecen nuestra recepción de la novela: “La estaciones evocan a la joven inteligente en la fiesta de la señora Dalloway, la americana de Henry James, la borracha de Jean Rhys. Cuando me encuentre en ellas, evocará la vida que no llevo en las estaciones Salvador, Los Héroes, Cal y Canto…” (Rimsky 20), e incluso más allá de ellas, están entroncadas de tal manera, que nos permiten reflexionar en las profundidades de la psicología de la protagonista, sus incertidumbres, su sentir frente a su vida trashumante y errancias.

En línea con lo anterior, incluso aquellas referencias, la narradora las dispone de tal modo con la exactitud de los lugares en que fue adquirido, por ejemplo, el libro, que podemos acceder o, al menos imaginar una historia tras él que desconocemos, pero que lo individualiza de otros objetos de similares características, otorgándoles cierta agencia, pues los objetos tendrían una historia propia más allá de nosotros mismos: “Nada se conoce, sólo se ahonda en el propio abismo… (Las flores del mal de Baudelaire comprado en la feria de Achupallas)” (Rimsky 19). Aun más allá, otorgándoles un cierto vitalismo y caducidad como es la fecha de expiración de su pasaporte, donde, al menos dejarían de cumplir con su “vida útil”: “Pasaporte otorgado el 30 de octubre de 1998 y que expiró el 30 de octubre del 2003” (Rimsky 18).

La autora-narradora en su voz impersonal de tercera persona que todo lo ve y observa, registra continuamente sus experiencias de viaje en un cuaderno de apuntes azul, en ellos deposita pinceladas de vidas errantes, migrantes, desamor, frustración y esperanza que fluyen en su caudal escritural, siempre registrando con objetividad, pero las más de las veces reflexionando sin intromisión sobre la vida de aquellas personas. Sin ir más lejos, en la página 37, apreciamos a modo de experiencia metatextual, el original donde trazó sus primeros borradores y es precisamente en Tel Aviv donde sus raíces se encuentran en las experiencias que le gustaría haber vivido como los escritores a los que acude y lee, pero que dado su precariedad económica actual solo puede permitirse un cuarto sin ventanas y verse obligada a recorrer las calles y escribir en tránsito  “Bowles, Potocki, Maupassant, Gide, viajaron para abrir ventanas y descubrir mundos no sólo geográficos sino imaginarios” (Rimsky 38).

Pero Cynthia también se reconoce y desencuentra en la vida de otros, que así como ella son sujetos-migrantes a los que cataloga como viajeros del tiempo, porque se trasladan de lugar físico buscando el sol con sus propias incertezas y trotes mundanos: “Cuando se acerque la primavera volverán a sus países; como no siempre encuentran empleo en su ciudad natal, deberán trasladarse a lugares tan desconocidos como Tel Aviv … a veces sienten que caen en la rutina” (Rimsky 38).

Hacia la página 49 del libro nos encontramos con una imagen de una carta enviada a la autora-narradora, que da cuenta simbólica y alusivamente al nombre de la novela homónima, puesto que la carta será devuelta a su remitente chileno y aparentemente sin haber sido leída por ella, pues retorna como no reclamada: “Carta enviada por Rita Ferrer a la lista de Poste restante del correo de Tel Aviv, devuelta al remitente en Chile” (Rimsky 49). Sin embargo, en las páginas siguientes se aprecia la carta abierta y leída en su totalidad, a partir de lo cual se podría especular que en esta búsqueda de su identidad hay una negación ante el deseo de no ser juzgada, criticada como si buscase huir o escapar de la realidad de Chile, persistiendo en su travesía de no retorno:

Querida amiga: ¿Acaso no sabes ya que ser judío es ser en el exilio, aunque sea en su propia tierra? ¿Cuál es el centro que añoras si Dios en el mundo salió de la escena y sólo está de espectador? … Extrañamente me pareció que el 'viaje' sólo es una excusa para concentrarte a la manera de los futbolistas y limpiarte de esta atmósfera miserable que parece invadir la vida cotidiana en Chile (Rimsky 50).

Otra de las cartas que recibirá más adelante, en esta ocasión enviada por su amiga A.M. Risco, da cuenta de su metamorfosis que surge desde la experiencia del viaje exterior-físico, pero que trasunta y rebalsa hacia una transformación interior, que la tiene obnubilada en un ilusorio estado de amnesia sobre Chile, su realidad, su pasado dejado atrás, aunque todo por un bien mayor; encontrarse en esas líneas de fuga: “Los trayectos, las distancias, a veces despejan las cosas. Veo que, para ti por lo menos, funciona y el mundo judío de primera fuente te habla claramente… Me encanta saber que casi no existimos en las montañas del Golán, sino sólo como una confusa hebra de recuerdos en tu cabecita” (Rimsky 60).

La protagonista, a través del viaje se pierde en los parajes, ciudades, personas, historias y territorios para olvidarse de sí y finalmente, encontrarse a sí misma con nuevos propósitos, rumbos y objetivos inusitados: “Ha dejado de preocuparle la seguridad, el dinero, la máquina fotográfica, ha comenzado a olvidar que es una periodista chilena que vino a escribir un reportaje” (Rimsky 54).

Para concluir, una cita de Agnes Heller presente en “Turistas y vagabundos” de Zygmunt Baumann, clarifica esta personalidad nómada, trotamundos de nuestra protagonista viajera, errante, turista, periodista, escritora, narradora, lectora, judía, pero sobre todo como mujer que busca vivir su propia experiencia de viaje más allá de lo que su rutinaria vida en Santiago de Chile le ofrecía: “Migra constantemente, de un lugar a otro; siempre está de viaje. Viaja sola, no como miembro de una comunidad, aunque muchos actúan como ella [...] Participa de un tipo de cultura que no es la de un lugar sino la de un tiempo. Es una cultura del presente absoluto” (Baumann 119).

Lista de trabajos citados.

Baumann, Zygmunt. “Turistas y vagabundos”. La globalización. Consecuencias humanas. Buenos Aires: FCE, 1999.

Rimsky, Cynthia. Poste restante. 2001. Santiago: Sangría, 2010.

miércoles, 10 de agosto de 2022

Estética de la recepción y marxismo literario en el poema “La muerte rosa” en el Surrealismo de Vanguardia de André Breton.

 

El presente trabajo abordará un sucinto análisis literario en la poesía de André Breton, poeta francés adscrito al movimiento Surrealista y perteneciente a su vez a las Vanguardias artístico-literarias de principios del siglo XX que marcaron un importante hito en el contexto histórico de antesala a la Primera guerra mundial y posterior a ella como bandera de lucha desde su denominación misma como una manifestación y proclama que propugnaba la libertad artística en todos sus sentidos expresivos. Es en este contexto que se ha seleccionado un poema del autor más representativo de este movimiento, donde dicha literatura será contemplada bajo la óptica de dos corrientes literarias, a saber, fenomenológica, adscrita a la Teoría de la recepción de Wolfgang Iser y también será analizada desde el marxismo en literatura del teórico marxista galés, Raymond Williams.

En línea con lo anterior, cabe señalar que el proceso de lectura desde una perspectiva fenomenológica, a través de los planteamientos de Wolfgang Iser se comprende como: “La teoría fenomenológica del arte señala con insistencia que, en la consideración de una obra literaria se ha de valorar no sólo el texto actual sino, en igual medida, los actos de su recepción” (Iser El proceso de lectura 149). Lo anterior conlleva, por ejemplo, la actualidad aún hasta nuestros días del arte de vanguardia, donde los nuevos contextos y lectores, posibilitan nuevas interpretaciones de aquellas lecturas, más allá de su controversial contexto histórico.

Otro de los planteamientos relevantes dentro de su pensamiento es que la obra literaria constituye dos polos de lectura, uno de carácter artístico dado por la creación de la obra por parte del autor y otro de índole estética, que es la concreción y actualización que cada lector realiza de la obra literaria, sin embargo, el autor va más allá y formula que la obra en sí, no es ni uno, ni lo otro, sino más que la sumatoria de las partes, pues necesita de ambos procesos para convertirse propiamente tal, en una obra literaria: “El lugar de la obra de arte es la convergencia de texto y lector, y posee forzosamente carácter virtual, puesto que no puede reducirse ni a la realidad del texto ni a las disposiciones que constituyen al lector” (Iser El proceso de lectura 149).

Como se mencionó en el apartado introductorio, se analizará la poesía de André Bretón, paradigmáticamente a través del poema “La muerte rosa”, que desde su título genera indeterminaciones semánticas de los múltiples significados que podrían desprenderse, por ejemplo, a partir del simbolismo de la muerte que se suele asociar convencionalmente a la negrura con un carácter tétrico. Ante esto, resulta contradictorio, al menos en apariencia hablar de “muerte rosa”, conformando a su vez una metáfora cuyos matices apuntan a una resignificación del concepto de muerte que va quedando más patente siguiendo las claves y pistas de lectura del poema: “Los pulpos alados guiarán por última vez la barca cuyas
velas están hechas de ese solo día hora a hora” (Bretón La muerte rosa).

En concordancia con lo anterior en los versos siguientes se aprecia el contraste entre los colores blanco y negro, que en una primera impresión pudiesen pasar desapercibidos, pero que se resignifican a la luz del Primer manifiesto surrealista: “Es la velada única tras la cual sentirás subir por tus cabellos el sol blanco y negro”, pues en las metáforas empleadas por Bretón, sus palabras permiten dilucidar nuevos caminos de interpretación donde la infancia se vuelve lo opuesto a la muerte, ya que en sus espacios de ensueño e imaginación la muerte jamás llega: “ Los bosques son blancos o negros, no se dormirá jamás” (Bretón Primer manifiesto surrealista 20).

Sin duda alguna, tal como representa el carácter surrealista, estos versos denotan un paisaje de ensoñación, por ejemplo, atribuyendo características que no son habituales a seres u objetos de la realidad como es hablar de pulpos alados, pero por otro lado la imagen de la muerte asociada a tradiciones como la greco-romana, suele estar circunscrita a la imagen de Caronte, en tanto barquero que atraviesa y guía las almas de los muertos al Hades. También la resignificación del concepto de tiempo nos permite repensar la muerte como un estancamiento temporal que se eterniza.

El poema solo se vuelve tal cuando como lectores nos apropiamos de él y damos cuenta de nuestra propia interpretación, así versos como “De los calabozos rezumará un licor más fuerte que la muerte … Y todo pasará dentro del amor indivisible” (Bretón La muerte rosa); nos permiten repensar la asociación de las pulsiones de Eros y thánatos (amor y muerte) en términos freudianos; piénsese que los principales postulados del surrealismo dialogan con las teorías del autor. Sin embargo, como lectores actualizamos más allá del contexto de producción la obra y según nuestras circunstancias lo reinterpretamos; es por ello que el sentido hiperbólico de los versos citados en relación a un sabor que supera la muerte nos podría parece inclusive inimaginable, salvo en los territorios de lo onírico, donde el amor a su vez todo lo puede y se vuelca en aquella sustancia indivisible más allá de la muerte.

En línea con lo anterior, Wolfgang Iser en sus proposiciones fenomenológicas, plantea: “La obra de arte es la constitución del texto en la conciencia del lector” (Iser El proceso de lectura 149); en otras palabras, solo podremos hablar de obra literaria o artística cuando se cumpla procesualmente dicha actualización por parte efectiva del receptor de la obra. Incluso Iser va más allá, ya que señala que el lector cumple un rol central en el proceso de productividad de la obra artístico-literaria, que active las capacidades y busque la satisfacción en ello por parte del lector. De esta manera, por ejemplo, implícitamente se realiza una crítica a la literatura decimonónica como lo fue el realismo, ya que este tendía a darnos obras las más de las veces acabadas en sus descripciones detalladas con escaso espacio a la interpretación personal y a la completud de nuevos significados que se actualizarán en la mente del lector. En ese sentido como se ha observado con los ejemplos citados, las obras de vanguardia resultarán claves en este proceso de activación de nuevas significaciones, en contraposición a la literatura de antaño, permitiendo al lector activar sus sentidos y capacidades.

Es a lo anterior donde el juego de lo no dicho, las especulaciones, las múltiples formas expresivas del lenguaje de los hablantes, personajes y símbolos (verbal, paraverbal, no verbal), posibilitarán un cúmulo de inferencias: “Lo no dicho en escenas triviales en apariencia, los vacíos en las revueltas del diálogo no sólo introducen al lector en la acción, sino que le hacen revivir los múltiples aspectos de las situaciones diseñadas que de este modo adquieren una dimensión completamente nueva” (Iser El proceso de lectura 150).

Un aspecto relevante a considerar guarda relación con el horizonte de expectativas que en tanto lectores poseemos de una obra literaria en nuestro proceso de lectura, entre el lugar de sus indeterminaciones u omisiones con aquellos enunciados que sí han sido determinados y que se encontraban dentro de lo esperable; generando entonces, aquellos hiatos u obstáculos en dichas expectativas un desagrado en el lector, pero que dentro del marco de lo literario aquellas variantes indeterminadas suelen abundar e incluso son esperables: “Incluso en la historia más sencilla se da una ruptura de la consistencia por razones sencillas, puesto que ningún suceso puede ser contado exhaustivamente” (Iser El proceso de lectura 153).

Es interesante a su vez destacar la red de sentidos que se posibilitan en estas múltiples y heterogéneas conexiones que se producen entre los enunciados de un texto y su actualización por parte del lector, potenciadas por aquellos vacíos textuales y entrelazamientos de enunciados: “Cada lectura deviene así una actualización individualizada del texto en la medida en que el espacio de relaciones débilmente determinado permite alumbrar configuraciones diferentes de sentido” (Iser El proceso de lectura 153). No olvidar al respecto que el lector de textos literarios constituye un ente creador de sentidos que va abriendo y cerrando continuamente posibilidades de sentido en la lectura.

En todo caso podrá decirse que la forma de lectura de los textos literarios discurre como un continuo proceso de opciones mediante las que se realizan selectivamente las posibilidades de conexión. De este modo y hasta cierto punto la lectura manifiesta la inagotabilidad del texto que a su vez es condición de esas decisiones de selección en la lectura para hacer posible la constitución del objeto imaginario. En definitiva, el potencial del texto excede toda realización individual en la lectura (Iser El proceso de lectura 153).

Resulta esclarecedor igualmente lo que el autor refiere en torno a la actualización y relectura que como lectores hacemos de un texto literario, donde cada nueva lectura constituye un nuevo proceso de resignificaciones, reinterpretaciones, selecciones que están dadas por nuestras circunstancias particulares y contextuales en ese momento de lectura: “La experiencia de que el texto releído no produce la misma impresión formada en la primera lectura. Las razones de este hecho han de buscarse en parte en la especial circunstancia del lector” (Iser El proceso de lectura 153).

Iser identifica como una problemática central de la lectura que las configuraciones que nos forjamos de un texto están dadas por nuestras propias particularidades que se entroncan dialécticamente con el texto, siempre en búsqueda de sentidos y como tal, de coherencias, donde las expectativas y anticipaciones que puede hacer el lector son esenciales: “Las disposiciones individuales del lector, sus contenidos de conciencia, sus intuiciones condicionadas temporalmente y la historia de sus experiencias, se funden en mayor o menor medida con las señales del texto para formar una configuración significativa” (Iser El proceso de lectura 157).

Un aspecto no menor llegados a este punto es qué sucede en nuestros procesos de lectura una vez que elegimos una directriz o camino, dejando de lado otras posibles opciones en ese afán de una lectura acabada que dé cuenta un sentido pleno del texto, pero que justamente se opone al valor estético del mismo por las posibles interferencias de esas otras posibilidades de lectura no elegidas: “La tendencia a buscar una significación unívoca tiende a imponerse en el proceso de selecciones de la lectura, sin conseguirlo nunca plenamente …operación de equilibrio que tiene lugar ineludiblemente en la lectura, y la formación de eventuales formas de consistencia que hace posible la experiencia estética del texto” (Iser El proceso de lectura 158).

A continuación, se revisarán los principales postulados que propugna el teórico y crítico Raymond Williams en relación con la literatura donde la sitúa desde un punto de vista crítico desacralizando su carácter de alta cultura o forma de pensamiento altamente desarrollado solo adscrita a su concepción moderna de lectura de la letra impresa y del libro, resaltando su marcado carácter ideológico: “Este es un sistema poderoso y a menudo olvidado de abstracción en el que el concepto de literatura deviene activamente ideológico” (Williams 66).

A su vez destaca el factor social y cultural de la literatura como un bien de consumo característico del capitalismo industrial “La literatura es el proceso y el resultado de la composición dentro de las propiedades sociales y formales del lenguaje … La especialización práctica del trabajo en la producción asalariada de mercancías; en otros términos: de 'ser' a 'trabajar'; desde el lenguaje al pasaje de 'mensajes' 'racionales' o ' 'informativos” (Williams 66 - 71). En ese sentido la literatura también fue entendida como actividad o práctica altamente especializada, propia de ciertas clases sociales: “Era una especialización particular de lo que había sido visto como una actividad o una práctica, y una especialización que, en esas circunstancias, se haría inevitablemente en términos de clases sociales” (Williams 68).

Como se permite apreciar, la literatura en aquel entonces se comenzó a entender más bien como una forma de consumo que definía gustos y criterios de determinadas clases sociales como lo fue la burguesía, buscando diferenciarse así en gusto y sensibilidad de las demás clases sociales de la época: “Como término nuevo, desde el siglo diecisiete se desarrolló … desde los comentarios sobre literatura, dentro de criterios aprendidos, al ejercicio consciente del gusto, la sensibilidad y la discriminación … literatura orientada hacia un énfasis sobre el uso o el (conspicuo) consumo de obras, más que hacia su producción” (Williams 70).

Lo anterior quedará enfatizado tal como señala Raymond, a través del léxico empleado para referirse a diferentes categorías asociadas a ese afán de sensibilidad representativo de la literatura: “Tenía su debilidad evidente en su tendencia a separar sentimientos de pensamientos (con un vocabulario asociado: subjetivo y objetivo, subconsciente y consciente, privado y público)” (Williams 71). La debilidad a la que apunta el autor coincide, por ejemplo, con los acontecimientos histórico-políticos, por ejemplo, de la primera mitad del siglo XX como lo fueron las guerras mundiales y las consecuencias que tuvo para la clase burguesa, perdiendo su cohesión y dominio.

No obstante, como bien señala Williams, este no hará sino evolucionar socialmente hacia el desarrollo una crítica literaria especializada: “Por ende estas formas de los conceptos de la literatura y la crítica son, en la perspectiva del desarrollo histórico-social, formas de una especialización de clase y de control de una práctica social general, y de una limitación clasista de la cuestión que debería relevarse” (Williams 71). Con el tiempo la crítica literaria se volvió cada vez más imprescindible, ante todo cuando conceptos de “buena y mala literatura”, “literatura de masas” o “cultura popular” comenzaron a emerger: “Por lo tanto, la categoría que había aparecido como objetiva, 'todos los libros impresos', y a la que se le había dado un fundamento de clase social como 'saber culto' y el dominio de 'gusto' y la 'sensibilidad', ahora se había convertido en un área necesariamente selectiva y autodefinida” (Williams 73).

Conceptos relevantes como el de tradición y de literaturas nacionales cobrarán cada vez mayor fuerza, generando nuevas visiones acerca de la identidad y cohesión social, donde la literatura cumplirá un rol fundamental, siendo la crítica la disciplina especializada de la literatura que por excelencia comenzaría a definir las tradiciones literarias y qué era digno o no de ser distinguido y relativo a ellas: “La idea de una  'literatura nacional' que había ido creciendo fuertemente desde el Renacimiento, diseñó todas las fuerzas positivas del nacionalismo cultural y sus logros reales … La 'literatura nacional' pronto cesó de ser historia y se transformó en tradición” (Williams 74).

Antes de proceder al análisis literario del poema “La muerte rosa” de André Bretón desde esta perspectiva teórica, se torna necesario aludir a las diversas acepciones que fueron atribuidas al concepto de ideología por parte del pensamiento marxista y los estudios culturales, a saber: “A) Un sistema de creencias característico de un grupo o una clase particular. B) Un sistema de creencias ilusorias -falsas ideas o falsa conciencia- que puede ser contrastado con el conocimiento verdadero o científico. C) El proceso general de la producción de significados e ideas” (Williams 78).

Para comenzar el análisis en esta línea argumental, me adscribiré a la acepción “a”, puesto que el poema analizado pertenece al movimiento artístico-literario del Surrealismo de Vanguardia en un contexto determinado – ya mencionado en la introducción-, donde el grupo de intelectuales, artistas y escritores que a él pertenecieron poseían un marcado carácter ideológico, denotado con claridad, por ejemplo, en lo expresado en el Primer manifiesto surrealista, cuyos postulados darán luces acerca de la ideología detrás del poema “La muerte rosa” de André Bretón.

Un claro ejemplo de los planteamientos ideológicos del surrealismo lo constituye la búsqueda de la libertad en todos los planos de la existencia, lo que incluye claro está, también a la creación artístico-literaria, cuya función es atisbada insoslayablemente vinculada a la imaginación: “Lo único que todavía me exalta es la palabra libertad. La creo capaz de mantener indefinidamente el viejo fanatismo humano. Responde, sin lugar a dudas, a mi única aspiración legítima … hay que reconocer que también nos han dejado la máxima libertad espiritual” (Bretón Primer manifiesto surrealista 20-21).

La libertad en las obras surrealistas se presenta de las más variadas formas, desde la imaginación, la escritura creativa, la libre asociación de ideas o como se apreciará en los siguientes versos, en la capacidad literaria y poética del escritor para crear visiones literarias donde los límites del espacio-tiempo son trastocados, donde los conceptos de vida y muerte se hacen uno solo, de naturaleza indivisible, donde el tiempo no persigue la lógica continúa; en suma es la imaginación en su máxima libertad creativa la que permite que la escritura surrealista adquiera nuevas significaciones “Sonríe danzarina alrededor del único lustro que no caerá / Trampa del tiempo…Silencio y vida … Mañana engañarás a tu propia juventud … Los ecos solos harán moldes de todos los lugares que existieron” (Bretón La muerte rosa).

Finalmente, a modo de conclusión, cabe referir que ambas corrientes teóricas “Estética de la recepción” y “marxismo literario” permitieron abrir nuevas líneas de sentido, generando distintas posibilidades de interpretación del texto elegido, poniendo énfasis en los procesos de lectura y su actualización por parte del lector en el caso de la fenomenología y su reinterpretación contextual y actualizada, así como el marcado carácter ideológico de toda obra literaria que se enmarca en un contexto determinado, prefigurada en un movimiento artístico y creada por un autor. Todos principios fundantes que marcan un precedente innegable para la interpretación literaria. No obstante, pese a la diferencia de ambos métodos de análisis, ambas teorías convergen en que la obra siempre termina siendo productora de sentidos y, por tanto, despiertan su calidad polisemántica en diálogo con la sociedad de su época o con aquella en la que es recibida según sus diferentes perspectivas. En síntesis, no son métodos excluyentes, sino que complementarios que enriquecen nuestros procesos de lectura y recepción de la obra literaria

 

Lista de trabajos citados.

Bretón, André. “La muerte rosa”, Ciudad Seva. La muerte rosa - André Breton - Ciudad Seva - Luis López Nieves

Bretón, André. Primer manifiesto surrealista. Traducción de Aldo Pellegrini, 2a ed., Editorial Argonauta, 2001.

Williams, Raymond. “Literatura”. Marxismo y literatura. Trad. Guillermo David. Buenos Aires: Las Cuarenta., 2009, pp. 65-78.

Wolfgang, Iser. “El proceso de lectura” En Warning, Rainer (coord.) Estética de la recepción. Madrid: Visor, 1989, pp. 149-164.

 

 

 

Anexo.

La muerte rosa

André Breton

 

Los pulpos alados guiarán por última vez la barca cuyas
velas están hechas de ese solo día hora a hora
Es la velada única tras la cual sentirás subir por tus cabellos
el sol blanco y negro
De los calabozos rezumará un licor más fuerte que la muerte
Cuando se la contempla desde lo alto de un precipicio
Los cometas se posarán suavemente en los bosques antes
de fulminarlos
Y todo pasará dentro del amor indivisible
Si el motivo de los ríos nunca desaparece
Antes de que sea completamente de noche observarás
La gran pausa de la plata
Sobre un pescador en flor aparecerán las manos
Que escribieron estos versos y que serán husos de plata también
Y también golondrinas de plata sobre el oficio de la lluvia
Verás el horizonte abrirse y de pronto habrá acabado el
beso del espacio
Pero el miedo ya no existirá más y los cristales del cielo y del mar
Volarán por el viento con más fuerza que nosotros
Qué haré yo con el temblor de tu voz
Sonríe danzarina alrededor del único lustro que no caerá
Trampa del tiempo
Subiré los corazones de los hombres
Para una suprema lapidación
Mi hambre dará vueltas como un diamante demasiado tallado
Trenzará los cabellos de su hijo el fuego
Silencio y vida
Pero los nombres de los amantes se olvidarán
Como la adónica gota de sangre
En la luz enloquecida
Mañana engañarás a tu propia juventud
A tu gran juventud luciérnaga
Los ecos solos harán moldes de todos los lugares que existieron
Y en la infinita vegetación transparente
Te pasearás con la celeridad
Que se pide a los animales de los bosques
Acaso te desgranes entre mis despojos
Sin verlos lo mismo que uno se arroja sobre un arma fluctuante
Pero yo perteneceré al vacío semejante a los Peldaños
De una escalera cuyo movimiento se llama muy penoso
Para ti los perfumes desde entonces los perfumes prohibidos
Lo angélico
Bajo el musgo esponjoso y bajo tus pasos que no existen
Mis sueños serán vanos y formales como el rumor de los
párpados del agua en la sombra
Me introduciré en los tuyos para sondear la profundidad
de tus lágrimas
Mis llamadas te dejarán dulcemente vacilante
Y en el tren hecho de tortugas de hielo
No tendrás que tirar de la señal de alarma
Llegarás sola a esta playa perdida
Donde una estrella descenderá sobre tus equipajes de arena

domingo, 7 de agosto de 2022

Anthony Browne, maestro de las intertextualidades.

 

El trabajo abordará tres obras del escritor e ilustrador británico de literatura infantil, Anthony Browne; a saber “El libro de los cerdos”, “En el bosque” y “El túnel”; donde uno de los recursos constantes y que marca un hilo conductor en las tres tramas es la presencia de intertextualidades y, como tal la referencia a múltiples obras literarias, artísticas o audiovisuales del acervo cultural o imaginario: “El término imaginario ha sido utilizado por los estudios antropológico-literarios para describir  el inmenso repertorio de imágenes, símbolos y mitos que los humanos utilizamos como fórmulas tipificadas de entender el mundo y las relaciones con las demás personas” (Colomer 16).

Para comprender la trascendencia de dicho recurso fundamental en la obra del autor, cabe señalar que las palabras de Guerrero abrirán luces sobre cómo amplía nuestra capacidad interpretativa de una obra como es el caso del libro-álbum, aunque como se verá a lo largo de este texto, Anthony Browne, llevará este recurso a otros terrenos y funcionalidades que pondrán al niño/a como foco de atención:

El lector pone en juego todo su poder de interpretación y sus saberes no sólo literarios, sino de otros códigos artísticos como pueden ser la pintura, la música, la escultura etc. para comprender de la manera más amplia un texto. Esta comprensión dependerá de sus conocimientos previos que ha de actualizar en el momento de la lectura, como una compleja red de asociaciones paradigmáticas que se entrecruzan y confluyen en el texto (Guerrero 130).

Sin ir más lejos, respecto a la concepción artística de Browne, este busca despertar la curiosidad en los niños y, a su vez que desarrollen un primer acercamiento a la lectura, a través del libro-álbum en tanto lectura que genera placer en el lector, donde puedan ir reconociendo referencias a otras obras, ampliando su mirada. Por ejemplo, empleando alusiones a los cuentos de la tradición popular que como bien apunta Teresa Colomer en sintonía con Browne es una forma de familiarizar al niño con aquellas lecturas, para paulatinamente aguzar su interpretación: “Si los niños conocen los cuentos populares, se familiarizan con todos estos elementos y pueden reconocerlos a lo largo de sus lecturas de otras obras, tanto de la tradición oral, como de las reutilizaciones incesantes de la literatura escrita actual” (Colomer 18).

En sus términos, Anthony Browne señala que la lectura del libro-álbum es una experiencia compartida de tres vías, ya que el niño al leer junto a un adulto ve fomentada la relación del niño con este último. Donde el niño suele centrarse en las imágenes, mientras el adulto lee la historia y así ambos hacen conexión, cuyo rol de la imaginación es clave para completar el espacio entre imágenes y palabras, dado que el proceso de construcción de significados e interpretaciones literarias requiere una práctica y guía hacia el niño, donde la mediación del adulto adquiere especial énfasis: “Todo este proceso es muy exigente desde el punto de vista del desarrollo del pensamiento, puesto que atañe a aspectos de la memoria, la anticipación, la formulación de alternativas o la concentración en la construcción de la realidad a través del lenguaje” (Colomer 22).

Cabe señalar que una de las concepciones que busca cambiar es que el libro-álbum sea solo para niños, por el contrario, promueve su lectura e interpretación, así como el reconocimiento de nuevas significaciones, también en el público adulto, pues la lectura de este tipo de textos es diferente a la de un libro que exclusivamente emplea un registro escrito, sin embargo, como escribe Colomer, esto ha llegado inclusive a límites insospechados:

Justamente las últimas décadas se han caracterizado por cambiar considerablemente las fórmulas tradicionales y es posible que algunas de sus propuestas hayan ido demasiado lejos y hayan producido libros realmente dirigidos a la complacencia adulta e “imposibles” para la comprensión infantil (Colomer 22).

En ese sentido y en relación a la figura del niño/a como lector ideal de este tipo de literatura, Browne posee una mirada crítica en torno al rol secundario al que se ha relegado el libro-álbum, por ejemplo, en Gran Bretaña. Él señala que se suele hablar en demasía de la educación literaria escrita, pero nos olvidamos educar a las nuevas generaciones en la lectura de imágenes cuando la realidad demuestra que vivimos en una sociedad y cultura, eminentemente visual, como apunta en la entrevista realizada para el Ministerio de educación de Argentina el 13 de abril del 2010.

Un aspecto destacado en esta línea es cuando se refiere a la escasa valoración que le otorgamos al proceso de observación, que debemos aprender a mirar; puesto que, frente a una exposición de un museo o una galería de arte, por ejemplo, nos detenemos más tiempo a leer la explicación escrita que a contemplar la obra artístico-visual en sí misma. Es por ello que su trabajo con la obra visual es clave, donde sus dibujos siempre encierran y esconden otros elementos a lo que se debe prestar atención para poder captarlos, donde suele ser el ojo agudo y atento del niño el que se detiene por un tiempo más prolongado en estas imágenes que el ojo adulto. Es esa la clase de emociones que busca despertar Anthony, ante todo en los niños, esa curiosidad por entender y relacionar esas imágenes que los sorprenden, cuyos detalles inspiran nuevas posibilidades de significación.

Otro punto crucial es cuando se refiere a cómo los adultos solemos subestimar la capacidad comprensiva y creativa de los niños en relación a ciertos temas, no obstante, él en esas imágenes y detalles ocultos más allá de que el niño capte las referencias intertextuales de manera inmediata, se propone que estas funcionen con autonomía dentro del contexto de la obra y ayuden a iluminar algún pasaje o momento significativo de esta, inclusive en las múltiples relecturas que tanto un adulto como un niño puedan hacer de la obra: “Los libros amplían el diálogo entre los niños y la colectividad haciéndoles saber cómo es o cómo se querría que fuera el mundo real” (Colomer 49).

Es en esta línea nuevamente que el recurso de la intertextualidad cobra relevancia, así lo observamos con claridad, por ejemplo, en El libro de los cerdos, cuya temática aborda a una familia donde la mujer-madre ha quedado supeditada a las labores domésticas, donde día a día su vida se vuelca a una rutina que la lleva a la infelicidad, porque sus propios hijos y esposo no valoran o aprecian sus esfuerzos. Sin embargo, la obra mostrará puntos importantes de inflexión donde la historia dará un giro de 180°, donde la madre, empoderada en sus decisiones, decide irse y dejar a su familia para que aprecien realmente sus labores. Momento donde ocurre una metamorfosis a modo de fábula, donde padre e hijos se transforman en cerdos, cuya metáfora visual no hace más que evidenciar sus comportamientos y actitudes.

Bajo la luz de esta línea argumental, en primera instancia se pueden observar las intertextualidades del ámbito artístico como es el caso de la página cuyo texto señala: “Apúrate con el desayuno, mamá, gritaban Juan y Simón antes de irse a su importantísima escuela” (Browne El libro de los Cerdos). Dicha intertextualidad guarda relación con la obra pictórica de 1893, El grito de Munch, que como ícono del arte expresionista representaba la angustia y desesperación existencial del hombre moderno.

Lo anterior es clave, pues en el libro álbum, se aprecia a una familia aparentemente convencional en una rutina diaria de tomar desayuno, donde los niños protagonistas están desesperados porque su madre no les trae su desayuno (reproducción tradicional de los roles de género), además nos permite observar la figura de un padre que, si bien está presente físicamente, se encuentra leyendo un diario y absorto en su lectura, ocupando un primer plano, desatendiendo a sus hijos. Por tal razón, se infiere que existe una crítica e ironía a los convencionalismos sociales y la estructura familiar en la actualidad o modernidad, inclusive donde podríamos percibir familias disfuncionales. Además, las imágenes del diario también reproducen esta expresión facial característica de la pintura antes mencionada; por lo anterior podemos entrever que no es solo una realidad de la familia, sino que es una sociedad en general presa de la desesperación y angustia existencial. Sin ir más lejos, podemos tomar la referencia intertextual de Edvard Munch, educado por un padre severo y rígido, posiblemente similar a la figura del padre de este libro-álbum.

Una segunda intertextualidad la podemos encontrar en la misma página, escondida en el diario o periódico que lee el padre como guiño a otras obras de Anthony Browne, donde es recurrente la imagen de un gorila, que a veces puede no guardar relación con la trama en sí del libro álbum en cuestión, pero que ayuda o contribuye a contar partes de la historia que las palabras no pueden contar; cito una de sus entrevistas:

Hay bastantes casos, y debo admitir que no me gustaría dejar de hacerlo, pero hay un gorila que aparece como metiéndose dentro de una doble página en El Túnel que no tiene absolutamente nada que ver con la historia. Suelo incluir estas imágenes para ayudar a contar partes de la historia que las palabras no cuentan. Es la parte de mi trabajo que me parece más fascinante (Entrevista a Anthony Browne (revistababar.com)

Por otra parte, una tercera intertextualidad que se puede apreciar es con la canción “I want to break free”, que traducido al español significa “Quiero ser libre”, lo que, dentro del contexto del libro, donde se representa a la figura de la madre, podría dar cuenta nuevamente de una visión machista y tradicional de los roles de género, donde la mujer y, particularmente la madre, debe hacerse cargo de las labores del hogar, adicional a su trabajo remunerado. Por tal razón, muchísimas veces impuesta socialmente, la madre debe sentirse aprisionada de esta rutina esclavizante y desear ser libre de una rutina aparentemente tan trivial como cuando señala “pasaba la aspiradora por las alfombras” (Browne El libro de los Cerdos). Lo que se confirmará a lo largo de la lectura, dado que la madre finalmente abandona su familia, dejando una nota que señala “Son unos cerdos” (Browne El libro de los Cerdos).

Una cuarta intertextualidad se aprecia cuando la madre ha tomado la decisión de dejar el hogar, al menos temporalmente, para que su familia se responsabilice y así, tanto el padre como los niños (convertidos y metamorfoseados en cerdos), realicen igualmente los quehaceres del hogar. De este modo en la medida en que pasa el tiempo y se comienzan a desesperar, los tres integrantes de la familia, ahora convertidos en “Tres cerditos” (referente intertextual literario), acechados por el lobo (figura que se aprecia en la ventana en el exterior de la casa), deberán asumir las consecuencias de sus comportamientos: “Los tres se fueron haciendo más y más gruñones. Una noche no hubo ya nada para cocinar. No nos queda más remedio que buscar por todas partes algunas sobras, gruñó el señor de La Cerda” (Browne El libro de los Cerdos).

Una quinta intertextualidad se aprecia en un detalle de un cuadro que aparece sobre la chimenea, en él se observa un cuadro de juventud donde podemos suponer que se encontrarían el padre y la madre en aquellos años, donde la madre poseería una postura más bien rebelde, lo que ya nos daba cuenta de su carácter y su forma de pensar que se relaciona con las decisiones que irá tomando a lo largo de la trama y cómo desde siempre mantuvo ese espíritu de búsqueda de libertad. No obstante, aparece la imagen de la mujer escindida, recortada del cuadro original, lo que se ancla en la intención del menosprecio o invisibilización de la figura de la mujer-madre. Cabe mencionar que esta referencia intertextual es con la pintura al óleo sobre lienzo de 1749 del pintor británico Thomas Gainsborough, El Sr. y la Sra. Andrews de estilo Rococó.

En una sexta instancia, otra de las intertextualidades artísticas presentes es con la pintura El caballero sonriente del pintor neerlandés Frans Halls, perteneciente al período Barroco y reconocido por el arte del retrato, cuyo cuadro aparece en una escena en que se aprecia al padre arrellanado cómodamente a desparpajo sobre su sillón, mientras la madre debe no solo trabajar, sino que hacerse cargo de todos los menesteres del hogar, estableciendo una clara crítica a la ausencia de responsabilidades compartidas en el hogar y los roles de género nuevamente.

En la misma línea en una séptima intertextualidad se puede apreciar un retrato de un cerdo que refleja ya el deterioro y horrible comportamiento en que el hogar, así como la figura del padre habían quedado tras la ausencia de la madre, donde las paredes y muros también se encuentran sucias. Es aquí donde el cuadro en cuestión es similar a los retratos y aposturas de Napoleón Bonaparte, específicamente en Napoleón Bonaparte in the office of the Tuileries.

Como se aludió al principio del trabajo, el lector ideal de Browne no son solo los niños, sino que también habrán múltiples guiños a un público adulto. Encontramos variados pasajes del libro desde el principio donde la madre es quien carga a su familia, que nos permiten reflexionar de entrada sobre la problemática a tratar; una familia de roles tradicionales de género, donde la mujer-madre es el soporte de las labores del hogar, cuyo “trabajo” no remunerado, inclusive no es valorado por la propia familia. Lo cual se complementa con la narración al ser nombrada en último lugar en aparente grado de importancia y casi como un adorno o un objeto más del hogar como si fuese un objeto de pertenencia: “El señor de la Cerda vivía con sus dos hijos, Juan y Simón, en una casa bonita, con un bonito jardín y un bonito coche en una bonita cochera. En la casa estaba su esposa” (Browne El libro de los Cerdos).

Posteriormente, se aprecia igualmente una crítica al “importante” trabajo del padre y a la “importantísima” escuela de los niños, como si las labores y trabajos de la madre, no fuesen importantes. Lo anterior en cuanto problemática social de los roles de género que cuestiona los roles tradicionales de la familia, no solo viene a plantear una reflexión a las nuevas generaciones de niños y niñas para que crezcan con una idea ya no tan prefijada de que solo la mujer debe desempeñar dichas labores, sino que puede existir una mayor paridad o igualdad de género, al menos desde el hogar o lo que la ideología feminista ha denominado “micromachismos”, sino que también los adultos puedan replantearse sus modos de actuar y comportarse, generando un cambio frente a sus referentes tradicionales y no seguir reproduciendo aquellos modelos machistas y ortodoxos que predominaron por siglos.

La segunda obra que se procederá a analizar en relación a las temáticas propuestas y recursos estilísticos que emplea Browne, es En el bosque, cuya obra, al igual que la anterior, buscará promover un final feliz, sin antes pasar por un proceso transformador a modo de viaje físico-interior del niño. Desde el primer momento se aprecia a un chico con la mirada perdida, caminando a la deriva, como si necesitase de una guía ausente – al igual que el libro anterior, la ausencia se torna temática recurrente-.

Así como en El libro de los Cerdos, donde es el ansiado retorno de la madre lo que la familia desea expectante, acá será el regreso del padre lo que establecerá la problemática central. La ausencia del padre sensibiliza aún más al niño-protagonista, simbolizado a través del ruido e imagen de un rayo ensordecedor “Una noche, me despertó un ruido espantoso” (Browne En el bosque). Resulta interesante analizar la imagen del rostro de la madre, la congoja y pesadumbre en la que se ve sumida tras la desaparición del padre, donde ella como figura adulta, se vuelve frágil y vulnerable al no tener una respuesta para el niño -la imagen resulta significativamente ilustradora, al respecto-.

El protagonista desde su mirada de niño buscará expresar y canalizar sus esfuerzos para que su padre regrese, dejando una serie de mensajes en su entorno con una única y clara señal: “Papá, regresa!” (Browne En el bosque). Es desde este momento climático que emergerán variadas intertextualidades, ante todo de índole literaria, resultando la más evidente la alusión al cuento La caperucita roja de Charles Perrault, debido a que la madre, al igual que a caperucita, le entrega un canasto con comida (pastel), para que el niño vaya a dejar a casa de su abuela – la referencia al bosque, título del libro álbum, también resulta clarificadora. – Aunque, la frase más representativa de la mentada intertextualidad es “-No vayas por el bosque – dijo mamá-. Vete por el camino largo” (Browne En el bosque).

Pero como era de esperar, la trama debía seguir su curso y producirse un quiebre a modo de conflicto, donde el niño no seguirá el consejo de la madre, aunque esta vez no por desobediente, sino que porque anhelaba ver a su padre: “Pero ese día, por primera vez, escogí el atajo. Quería estar en casa por si papá regresaba” (Browne En el bosque). Mientras el niño avanza en su travesía, se encuentra con un chico con su vaca, quién a cambio del pastel que este llevaba, se la ofrece a modo de intercambio – se podría pensar en tanto intertextualidad en la fábula de Félix María Samaniego, La lechera-, solo que, a diferencia del original, es protagonizada por un niño y no, una niña. Sin embargo, el joven extraviado por el bosque continúa firme con su convicción de llevar lo prometido a casa de su abuela.

Resulta particularmente interesante que el relato En el bosque, a diferencia del anterior El libro de los Cerdos, que estaba narrado en tercera persona; esta vez el discurso esté narrado en primera persona: “El discurso: se define como la manera en la que el lector se entera de la historia gracias al narrador” (Colomer 192); lo que, con este cambio de perspectiva, nos presenta una visión directa de los pensamientos, sentimientos y acciones del niño – todo contado desde su propia voz-. Es así como el protagonista, internándose aún más en el bosque da con una chica de cabello rizado -intertextualidad con ricitos de oro-, tal como se aprecia en el siguiente diálogo: “Al internarme más en el bosque me encontré a una niña de trenzas rosadas” (Browne En el bosque); no obstante, el niño tampoco dio su brazo a torcer.

Un tercer encuentro lo tiene con una pareja de niños, que, a modo de intertextualidad literaria, podríamos pensar en Hansel y Gretel: “El bosque se volvía cada vez más oscuro y frío, y vi a otros dos niños acurrucados junto a una fogata. - ¿Has visto a papá y a mamá? – preguntó el niño. – No, ¿los perdieron?” (Browne En el bosque); acá nuevamente se logra apreciar a niños abandonados, donde la soledad y la ausencia de los padres se vuelve recurrente, pero el joven protagonista tampoco sabe cómo reaccionar o solucionar dicho problema, porque aún está afrontando su propia soledad “Mientras seguía caminando, escuché el triste llanto de la niña, pero ¿qué podía hacer yo? (Browne En el bosque).

Cabe apuntar, que todas las intertextualidades presentes en este libro-álbum en particular, hallan como punto en común a personajes protagónicos que se internan, extravían o pierden en el bosque. En este mismo sentido y a modo de circularidad del relato, nuevamente se nos presenta una intertextualidad literaria, pero esta vez con bastante más evidencia en relación con la Caperucita roja, debido a que literalmente, aparece de pronto, iluminada y destacada frente en el paisaje, frente a los ojos del niño, una caperuza roja: “Me estaba dando mucho frío y deseé haber traído un abrigo. De pronto, vi uno. Era muy bonito y caliente, pero en cuanto me lo puse me dio miedo. Sentí que algo me seguía. Recordé una historia que me contaba la abuela sobre un lobo feroz” (Browne En el bosque).

Es en este punto de la historia, donde Browne nos mantiene expectantes como lectores, ya que el protagonista con la caperuza roja puesta se aproxima a la casa de la abuela, haciendo de esta manera un guiño con la historia homónima, sin embargo, astutamente subvierte los elementos del final, desencadenando una trama que culmina con el niño llegando sano y salvo a casa de la abuela con su canasta y, sorpresivamente hace presencia también la figura del padre; reencuentro que traerá paz, alegría y felicidad al niño, luego de su odisea en el bosque. Aquel desenlace feliz, se nos muestra también en la rearticulación de esta familia, donde la madre también sentirá lo mismo, extendiendo sus brazos: “Y apareció mamá, sonriendo” (Browne En el bosque).

El tercer libro-álbum que se analizará del autor es El túnel, que nos relata la historia de dos hermanos que no se llevaban del todo bien, donde generalmente tenían más diferencias y discrepancias que puntos en común, eran distintos en gustos, preferencias y actitudes -ella era más tranquila, hogareña y ávida lectora, mientras que él era más inquieto y gustaba del fútbol-, pero todo cambiará cuando su madre, cansada de su mal comportamiento y discusiones a gritos, los regaña y les pide que se vayan juntos y traten de ser amables el uno con el otro, regresando antes de la cena.

Al igual que en los libro-álbum anteriores, habrá principalmente, presencia de marcadas intertextualidades literarias, donde nuevamente la Caperucita roja tomará un rol central, pues en una de las imágenes cuando el niño visita a la hermana en la noche para asustarla, se atisba sobre la percha del armario, una caperuza roja que esta usaba. Mientras tanto, el hermano gatea hacia la habitación de la niña, disfrazado con máscara de lobo, pues sabía que a su hermana le asustaba la oscuridad y los seres fantásticos, así como una pintura en la muralla donde se aprecia claramente la escena del encuentro entre Caperucita roja y el lobo. Asimismo, se observa un libro ilustrado abierto, que da cuenta que la niña lo estaba leyendo, que probablemente es sobre la misma temática: “A veces él entraba a gatas al cuarto de ella para asustarla, pues sabía que a su hermana le daba miedo la oscuridad” (Browne El túnel).

Ante la petición de la madre, los niños la tuvieron que acatar a regañadientes, hasta que llegaron a un terreno baldío donde encontrarán un túnel y, el niño en su curiosidad innata, se decidió a explorarlo, mientras su hermana lo aguardaba “-Mira -dijo él-, un túnel. Ven, vamos, vamos a ver qué hay del otro lado. N-n-no, no debes hacerlo -dijo ella- ahí puede haber brujas o duendes o cualquier otra cosa” (Browne El túnel). Si bien de manera más implícita, hay una clara alusión, por ejemplo, al cruzar este umbral que constituye el túnel, la referencia a la madriguera del conejo en Alicia en el país de las Maravillas.

Lo que sucede a continuación constituye una crítica a los roles tradiciones de género, ya que será esta vez la niña, quién tomará las riendas de la historia, gallardamente e irá en busca del niño para salvarlo: “Esperó y esperó, pero él no salía y ella sentía ganas de llorar; casi se le salían las lágrimas. ¿Qué podía hacer? Tuvo que seguirlo por el túnel” (Browne El túnel). Cabe destacar, que cuando la niña ingresa al túnel, queda al descubierto una de las páginas del libro que se encontraba leyendo, donde se observa con claridad una bruja, que también es referencia a múltiples cuentos infantiles (piénsese en Blanca nieves o, también La bella durmiente).

Otro rasgo clave, que ya se ha mencionado con anterioridad son los guiños que Anthony Browne hace a través de las ilustraciones, sobre todo con imágenes inesperadas, detalles ocultos o simbólicos. Por ejemplo, cuando la niña tras haber atravesado el túnel se ve sola en el bosque en búsqueda de su hermano. Es en ese momento cuando se dejan entrever árboles, cuyas siluetas metamorfoseadas, adquieren la forma de lobos, jabalíes, manos o seres extraños y sobrenaturales que acechan a la niña. Pero todo se difuminó al llegar a un claro en el bosque, donde encuentra a una figura humana petrificada (su hermano): “Había una figura, inmóvil, como de piedra” (Browne El túnel).  Lo que puede aludir intertextualmente al mito griego de la gorgona, cuyos ojos convertían en piedra a quién osase mirarla directamente a los ojos o también al libro infantil del escritor británico C.S Lewis, Las crónicas de Narnia: El león, la bruja y el ropero.

La historia en este punto resalta en simbolismos, puesto que la metamorfosis o despetrificación del hermano tras el abrazo de la niña, podría representar ya no tan solo una transformación física, sino que marcará un cambio radical en la relación entre ambos, a nivel actitudinal y psicológico, ante todo: “Abrazó la figura dura y fría y lloró. Poco a poco, la figura empezó a cambiar de color y se hizo más suave y más tibia” (Browne El túnel).

Finalmente, tras aquel episodio en el bosque, Rosa y Juan saldrán diametralmente cambiados del túnel como un secreto compartido entre ellos, donde desde ahora en adelante se volverán a mirar de frente desde la mirada de amor y comprensión de los hermanos. Resulta también simbólico hacia el final que los dos objetos más preciados para ambos, es decir, el libro de la niña y la pelota de fútbol del niño estén juntos como una forma de representar los lazos fraternos que resurgieron.

A modo de síntesis y conclusión, el trabajo buscó sostener la importancia tanto a nivel simbólico, así como en el hilo conductor y temático de la trama, mostrando las sugerentes significaciones que despiertan las intertextualidades manifiestas en las obras de Anthony Browne, ejemplificadas a través de tres libros álbum, El libro de los Cerdos, En el bosque y El túnel, que como se pudo apreciar no solo despiertan el interés del público infantil, sino que también promueve un diálogo fructífero con el lector adulto, estableciendo así un intercambio generacional, mediado por el adulto, pero donde la lectura del texto escrito y visual se complementa y enriquece con el intercambio interpretativo de ambos tipos de lectores.

No olvidar que el libro-álbum nos desafía a leer de un modo diferente tanto códigos visuales como escritos, que se complementan, dialogan y cuestionan entre sí. En un mundo mediatizado por la cultura audiovisual, se torna imprescindible educar desde estos saberes, donde el rol de este tipo de literatura jugará un papel clave en los nuevos modos de lectura de nuestra sociedad, por ello debemos ser conscientes de la necesaria alfabetización literaria en dichos códigos.

Sin ir más lejos, Browne con su agudeza nos revela un panorama crítico de nuestras relaciones humanas y familiares, donde los niños también pueden aproximarse al mundo adulto, comprendiendo que no todo siempre posee un final feliz, pero que es allí donde radica la acción y voluntad para el cambio, donde cuyos personajes se ven movilizados a la acción para configurar nuevas formas de relaciones interpersonales y humanas con su entorno.

Lista de trabajos citados.

Browne, Anthony. En el bosque. Fondo de Cultura Económica, 2004.

Browne, Anthony. El libro de los Cerdos. Fondo de Cultura Económica, 2016.

Browne, Anthony. El túnel. Fondo de Cultura Económica, 2004.

Browne, Anthony. Entrevista, 1 mayo 2005. Recuperado de: Entrevista a Anthony Browne (revistababar.com)

Browne, Anthony. Entrevista, 13 abril 2010. Recuperado de: Entrevista Anthony Browne (parte I) - YouTube

Colomer, Teresa. Introducción a la literatura infantil y juvenil actual. Madrid: Síntesis, 2010.

Guerrero Ruiz, P. Literatura y artes plásticas. En García Gutiérrez, María Estrella (coord.), La educación lingüística y literaria en secundaria: materiales para la formación del profesorado. Vol. II. La educación literaria. Consejería de Educación y Cultura de la Región de Murcia. Recuperado el 15/09/2011 de http://www.educarm.es/templates/portal/ ficheros/websDinamicas/154/VI.2.guerreroart.pdf

Mi arte poética

Arte poética (José Chamorro)

Escribo desde el alma que aniquila la razón y no de sin razones del corazón deseadas. Escribo porque nací poeta en una generación ...