Una mirada desde los requerimientos para el docente en educación superior ante los desafíos del siglo XXI.
José Chamorro, Paz Llancaqueo, Gary Sánchez, Pilar Ulloa.
Magistrandos en Docencia para la
Educación Superior
Universidad Gabriela Mistral, Chile.
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo de equipo tiene por finalidad analizar el rol
y función del docente en educación superior ante los desafíos del siglo XXI.
Ello considerando la relación existente entre: desafíos, roles y funciones. Es
por lo anterior que en lo referente a los principales desafíos de la educación
superior, no se puede soslayar la importancia de la globalización y sus efectos
en el sistema educativo actual, que ha traído aparejado entre sus retos,
crecientes desigualdades sociales, económicas y culturales en el marco de una
educación de mercado; al respecto: “La Educación para el siglo XXI debe
enseñarnos a vivir juntos en la aldea planetaria y a desear esa convivencia.
Ese es el sentido del aprender a vivir juntos, uno de los pilares de la
Educación para el siglo XXI, de suerte de transformarnos en ciudadanos del
mundo, pero sin perder nuestras raíces culturales, ni nuestra identidad como
naciones” (Tünnermann, 1996, p. 2).
A claras luces lo anterior connota un cambio paradigmático donde
no solo debemos ser capaces de adaptarnos como sociedad en general y,
particularmente desde el sistema universitario a los nuevos avatares
socio-históricos, sino que inclusive es fundamental que nuestra identidad e
idiosincrasia locales permanezcan en el tiempo, estudiándolas, criticándolas,
replanteándolas conforme a las nuevas significaciones globales y su continúa
permeabilidad que permita generar una convivencia dialógica y no conflictiva,
que sea capaz de plantear múltiples otredades o formas de entender la sociedad y
la educación. Asimismo, se espera poder analizar cómo se deben abordar estos
principales desafíos, según diferentes autores y las experiencias propias de
los miembros del equipo. De esta manera se observa la importancia de la
transdisciplinariedad, es decir, dejar de ver a las disciplinas y áreas como
parcelas de conocimiento y poder visualizar qué poseen en común de forma
complementaria para entender los complejos procesos del conocimiento,
considerando que las nuevas realidades epistemológicas no buscan certezas
absolutas, sino que co-construyen nuevas verdades desde la mirada trans e
interdisciplinaria frente a un mismo objeto de estudio.
Sin duda que en respuesta al desafío que suscita la globalización
y al avance de nuevas visiones de la educación, es preciso realizar una
reflexión sobre las necesidades estudiantiles, por tanto: “el rol que el
profesorado ha desempeñado dentro de las sociedades ha marcado rotundos cambios
y reflexiones frente al sistema educativo, pues la labor docente va más allá de
la reproducción de conocimientos; es decir, es el encargado de guiar a los
educandos durante todo su proceso de enseñanza – aprendizaje, pero sobre todo
es quien facilita la construcción de su proyecto de vida hacia el saber”
(Pérez-Gómez, 2012, p. 6). Es decir, que entre los múltiples desafíos, no está
solo entregar unidireccionalmente una enseñanza, sino que contribuir a los
procesos formativos y propiciar experiencias significativas que posibiliten un
encuentro y descubrimiento hacia un óptimo desarrollo y calidad de vida en cada
uno de sus estudiantes.
Otro de los retos son las nuevas demandas en relación con la
profesionalización de ciertas áreas: “a. Surgimiento de nuevas profesiones y
subprofesiones cada vez más especializadas. b. Cambios en los espacios del
ejercicio de las profesiones. c. Nuevos perfiles profesionales, nuevas
competencias, relacionadas con las nuevas tecnologías y nuevas formas de
organización institucional” (Tünnermann,
1996, p. 3). Estas nuevas tendencias que es posible apreciarlas en nuestros
contextos contemporáneos, implican, por ejemplo, el empleo de nuevas
plataformas y tecnologías de la información, así como de la comunicación, el
trabajo colaborativo a distancia, en línea de forma sincrónica y asincrónica;
nos pone desafíos frente a la mentada presencialidad, donde ya no se requerirá
de una cultura del presentismo, sino más bien de la productividad y las metas
de cada organización, así como adaptar al uso de la digitalización los nuevos
conocimientos y experiencias que se generen en diversas disciplinas.
Tünnermann, señaló que los dos grandes retos que debe enfrentar la
educación superior del siglo XXI son, a saber: (a) Retos e impactos
provenientes de la globalización y (b) Retos provenientes de la naturaleza del
conocimiento contemporáneo. Del primero se desprende y comprende que: “la
globalización no se limita al aspecto puramente económico; en realidad, es un
proceso pluridimensional que comprende aspectos vinculados a la economía, las
finanzas, la ciencia y la tecnología, las comunicaciones, la educación, la
cultura, la política, etc” (Tünnermann, 1996, p. 2). Y para enfrentarse a esa apertura mundial que lo cambia todo, “es
esencial, para esa navegación ineludible y potencialmente creadora, contar con
una brújula y un ancla”; (Tünnermann, 1996, p. 2). En educación superior uno de
los principales retos se encuentra en el constante cambio y adaptabilidad, dada
la tendencia a co-construir conocimientos más integrados, lo que lleva a formas
más inter y transdisciplinarias de concebir las disciplinas; y a tener con
frecuencia “cuestionamiento de nociones clave como objetividad, certeza,
predicción, cuantificación” (Tünnermann, 1996, p. 3).
En tanto el segundo reto, el de la naturaleza del conocimiento
contemporáneo nos lleva a comprender que se debe enfrentar estos nuevos desafíos con la necesaria innovación educativa, puesta en tres grandes
cuestiones: La cultura universitaria, la empleabilidad y la relación con la
empresa, así como la educación permanente para la vida y durante toda la vida.
En la primera, se desprenden dos líneas de desarrollo en las nuevas culturas
universitarias: Calidad educativa y evaluación y, por otro lado, vinculación
con el medio y apertura internacional.
En la segunda, se espera que los graduados adquieran competencias
generales, cultiven las capacidades sociales y de comunicación, estén
preparados para el empresario y sean flexibles.
Finalmente, en cuanto a la educación permanente, para la vida y
durante la vida, se espera que el estudiante pueda aprender a aprender, puesto
que la universidad debe estar al servicio de la imaginación y la creatividad,
de manera que al estudiante le sea más llevadero el asumir el cambio y el
futuro como consustanciales de su ser y quehacer, asimismo se esperaría que la
universidad pueda promover la formación de individuos cuya interacción creativa
con la información les lleve a construir conocimiento, donde este pueda ser
perfeccionado y adquirido en distintos momentos y etapas de la vida, según
requerimientos de actualización o necesidades emergentes con una mayor
tendencia al autoaprendizaje y proactividad en la adquisición de nuevos
aprendizajes.
Por último, Tünnermann, 1996, señala que hay, al menos tres
funciones y roles cruciales a los que hay que atender: los nuevos roles
docente, las nuevas funciones docentes y la nueva institucionalidad. Del
docente, se espera que éste pueda conocer y reconocer lo clave de su rol y la
importancia estratégica para el futuro de la sociedad. Así determina su función como: Conocer nuevos
paradigmas y metodologías, ya que como docente debe ser “un diseñador de
métodos de aprendizaje, un suscitador de situaciones o ambientes de
aprendizaje, capaz de trabajar en equipo con sus alumnos y con otros
profesores” (Tünnermann, 1996, p. 14).
Además “el docente universitario del siglo XXI tiene que estar abierto a la
comunidad académica mundial e integrarse en las grandes redes telemáticas
informáticas” (Tünnermann, 1996, p. 14 ). Y en cuanto a la institución, señala
que la universidad es “Un sistema educativo orientado hacia las necesidades del
siglo XXI debe incorporar una definición de aprendizaje como el resultado de la
construcción activa del sujeto sobre el objeto de aprendizaje. Supone un
aprendiz activo, que desarrolla hipótesis propias acerca de cómo funciona el
mundo, que deben ser puestas a prueba permanentemente..." (Tünnermann,
1996, p. 15).
Por último, en el informe,
encontrará las conclusiones, cuyo logro amerita una reflexión con base en las
variadas posturas del equipo y una propuesta de formación para el docente de
educación superior del siglo XXI.
DESARROLLO:
• Desafíos.
En consideración con los desafíos a los que se deben enfrentar los
docentes de la educación superior, estos hacen referencia principalmente a la
capacidad de ser innovadores, creativos y adaptarse a los cambios que demanda
la sociedad en un contexto altamente globalizado, diverso y tecnológico. En
este sentido es evidente según la propia experiencia que el estudiante del
siglo XXI ha cambiado y ha pasado desde ser un sujeto pasivo, receptivo de
información y conocimientos entregados por el profesor, a ser un sujeto activo
cuyo método educativo se centra en las necesidades y construcción del propio
aprendizaje, siendo el docente un guía y facilitador en este proceso.
Por otra parte, la gran cantidad de información y su rápida
desactualización es otro de los desafíos docentes de estos tiempos que demanda
necesariamente estar al corriente y en constante renovación de conocimientos,
sin embargo, “la incertidumbre no debe conducirnos a la perplejidad sino a la
disposición para el cambio y a la ampliación y renovación incesante del
conocimiento” (Tünnermann, 1996, p. 6). Ello implica y sugiere un docente
permanentemente capacitado, creador y generador de nuevos aprendizajes.
Según Bernate y Vargas (2020)
es un desafío “cuando se habla en educación para el siglo XXI ¿Por qué?
Porque se está disertando acerca de las necesidades actuales y ese es el
propósito y el reto que tiene la educación hoy en día” (p.3), es decir, las
necesidades educativas vistas desde la perspectiva de los propios estudiantes y
expectativas sociales; de cómo esta se debe acoplar a ellos y no al revés, ya
que hasta ahora los alumnos se debían adaptar al sistema educativo desde un rol
pasivo y estructurado, más bien clásico de enseñanza, en cambio, para el nuevo
rol activo de los estudiantes, las TIC serán un factor clave y determinante en
los procesos de inclusión educativa, requiriendo, por ello, una experticia
mayor del docente en este ámbito para los desafíos que suscitan tanto la
educación en línea como mixta: “las herramientas tecnológicas, referidas a la
ED en línea, son todas aquellas de las que el personal académico hace uso,
permiténdoles mediar el proceso educativo, entre estas se mencionan: foros,
chats, tablón de anuncios, programas de juegos, simulaciones y uso operativo
software educativo” (Campos, Ligia y Solano, 2010, p. 3).
Ahora, el reto también nos motiva a pensar en cómo hacemos que las
actuales herramientas tecnológicas se amolden a esta nueva forma de educar. En
esa misma línea, el autor manifiesta la idea de que la educación es por
antonomasia al trabajar con personas, inseparable de las emociones: “A este propósito, se suma la idea de que la
educación no puede estar al margen de las emociones, el recurso humano que
integra el sistema educativo son seres humanos los cuales tienen sentimientos y
personalidades diferentes” (Bernate y Vargas, 2020, p. 3). Lo precedente hace
alusión a las habilidades blandas que deben estar presentes en cualquier
contexto de aprendizaje, tales como, empatía, respeto, solidaridad, etc: “Bajo
esta premisa, los alumnos representan el centro de la educación, motivados por
la búsqueda de conocimiento, y lo más importante que sea una pasión que permita
desde su accionar transformaciones sociales” (Bernate y Vargas, 2020, p. 3).
Desde la premisa anterior, entre las variadas estrategias
didácticas empleadas en la actualidad podemos encontrar el ABR, vale decir, el
Aprendizaje Basado en Retos: “como una tendencia representativa en el mundo
actual y postmodernista, puesto que es un sistema que implica estímulos y
emociones que conllevan al estudiante a un desafío para llevarse a cabo, lo
involucra activamente en una situación problemática real y relevante,
vinculando el entorno como reto, desarrollando una implementación de una
solución” (Bernate y Vargas, 2020, p. 10). Lo que se condice con la mirada más
activa hacia la construcción de los aprendizajes de los estudiantes, donde el
docente es desafiado a posibilitar la generación de ambientes de aprendizaje
motivadores, estimulantes, reales y concretos que permitan resolver
problemáticas con soluciones centradas en la innovación, creatividad,
flexibilidad, adaptación y trabajo en equipo. Todas habilidades blandas
fundamentales en la educación superior para el siglo XXI.
• Roles.
Los retos o desafíos docentes nos llevan a repensar entonces cuál
serian o sería nuestro rol desde la perspectiva contemporánea y en función a
los cambios e innovación que tiene hoy la educación superior, desde una mirada
o paradigma centrado en el estudiante, en ese sentido “el profesor universitario
es fundamentalmente un diseñador de métodos de aprendizaje, un suscitador de
situaciones o ambientes de aprendizaje, capaz de trabajar en equipo con sus
alumnos y con otros profesores. Más que un profesor será un aprendedor”
(Tünnermann, 1996, p. 14). Por ello la docencia transitaría desde una posición
de facilitador y guía de los aprendizajes, a una de aprendiz, como resultado de
la dinámica y enriquecedora relación alumno-docente.
En concordancia con lo anterior, el docente debe ser el estratega
y diseñador de metodologías didácticas, así como de recursos educativos que
posibiliten una mejor comprensión de los procesos de enseñanza-aprendizaje,
haciendo uso, tanto de las nuevas tecnologías, soportes y medios como de
propuestas que incluyan la gamificación o, a su vez prácticas que generen una
motivación intrínseca o extrínseca en los estudiantes: “el docente es la mente
maestra que genera estas didácticas para suplir las necesidades del siglo XXI;
no solamente se debe ver cómo el profesor o facilitador del conocimiento lo
hace, sino que desde la educación superior los estudiantes con mejor manejo de
lo digital sean participe de su creación y difusión. De lo anterior, se resalta
la incorporación de técnicas como la Gamificación, que permite el uso de
estímulos mediante premios y puntajes” (Bernate y Vargas, 2020, p. 4).
Como se ha mencionado, los roles docente-estudiante se han
modificado respecto a décadas y siglos, precedentes; dado que los paradigmas
actuales centran su mirada en el aprendizaje del estudiante es que las
experiencias respecto a este para que sean significativas, requieren de una
mayor interacción por parte del sujeto que aprende, que se apropie y lo emplee
de acuerdo a sus necesidades, motivaciones e intereses, pero guiados por el
docente, quién debe conducir dicho aprendizaje hacia los logros que demanda
este nuevo siglo: “Emplear un recurso digital tiene dos significados
especiales, no es lo mismo que el docente lo utilice a que el estudiante pueda
ser quien interactúe con él, son sensaciones diferentes, pero tiene una misma
finalidad, que se aprenda bajo las nuevas dinámicas del siglo XXI” (Bernate y Vargas, 2020, p. 5).
• Funciones.
De acuerdo con las funciones docentes estas están directamente
ligadas a los diversos contextos en los que se desenvuelve el profesor o guía,
en el ámbito social-cultural, laboral e institucional y en el aula o sala de
clases. Sin embargo, también estas funciones son las que en definitiva
fortalecen y configuran el rol del docente contemporáneo. Ruiz et. al (2008),
propone que son tres las grandes funciones; docencia, gestión e investigación.
Además de las funciones más específicas relacionadas con la planificación, el
desarrollo, la evaluación, la innovación y la coordinación. Esto nos hace
reflexionar en el papel activo y dinámico en el que se mueven permanentemente
los docentes cuyas distintas funciones enmarcan las competencias y habilidades
con las que debe contar en el nuevo y exigente escenario educativo de este
siglo. Estas competencias se establecen al revisar la literatura
principalmente, desde la concepción del Saber y el Saber Ser, ejemplo de ello
desde la experiencia como estudiante, ante la interrogante, de la marca o
huella que dejaron algunos profesores en nuestros procesos de formación previa,
siempre se alude a competencias más bien blandas de los docentes y también de
la forma o metodología que empleaban para la construcción de esos aprendizajes,
que pueden incluso perdurar para siempre y replicarse en nuevas aulas.
De la misma manera, estas nuevas funciones docentes conllevan a
una nueva forma de ver y entender la educación actual con una modalidad en
donde se debe enseñar al alumno en el aprender a aprender, promoviendo en el
desarrollo cognitivo y personal, “la diversidad de los estudiantes y de las
situaciones educativas que pueden darse, aconseja que los docentes trabajemos
en colaboración con otros colegas y manteniendo una actitud investigadora en
clase, observando y reflexionando sobre la propia acción docente y buscando
progresivamente mejoras en nuestras actuaciones acordes con las circunstancias
(investigación-acción)” (Marquez, 1999, p. 11).
En cuanto a las reflexiones y según lo levantado desde el informe
de Tünnermann, se pueden considerar tres grandes cuestiones para la reflexión:
las propias del reconocer, las que debemos comprender y las últimas, que sólo
debemos aceptar. Las primeras, comprenden
el reconocer que existe un papel insustituible del maestro, que la llegada de
las Tecnologías de la información y el conocimiento es un hecho, y que es
evidente la necesidad de un cambio de paradigma a partir de la globalización.
Por otro lado, se debe comprender que la globalización y sus
tecnologías vinieron para quedarse y es deber del docente incorporarlas para
ampliar el acceso de los estudiantes y de sí mismo al conocimiento; y es el
docente quien debe ajustarse a la razón de ser del aprendizaje, "ser
maestro-aprendiz". Finalmente se reflexiona acerca de la importancia de
aceptar que el gran reto es ingresar en la modernidad, en nuestra modernidad,
concebida como proyecto de desarrollo humano endógeno y sustentable, construido
desde nuestra propia identidad, pero sin desconocer que la mundialización es un
fenómeno esencial de nuestra época y que marcará la impronta del siglo XXI.
CONCLUSIONES.
Sin duda que este siglo trae desafíos importantes para la
educación, el rol las funciones y la visión de los docentes debe permitir la
entrega de herramientas necesarias para la inclusión educativa, para lograr un
acompañamiento óptimo en la enseñanza y nos invita a reflexionar acerca de la
globalización, la integración de nuevas tecnologías y el papel que el docente
debe tomar en este cambio de paradigma.
Estamos en constante cambio, las herramientas tecnológicas
aumentan cada vez más y las instituciones deben ir adaptándose a ellas y
usarlas a favor de la enseñanza y con este cambio sufrir transformaciones a
corto, mediano y largo plazo en elementos didácticos, micro sistémicos, como
pueden ser los procesos de enseñanza y aprendizaje: “La educación en un mundo
globalizado diversifica cada vez más sus canales formativos: a la influencia de
la escuela se suman las posibilidades educativas de los medios de comunicación
y de la cultura de la imagen, de otras vías de educación informal y no formal.
Una parte de esa educación “global” se encamina, sin embargo, no tanto a la
formación de identidades diversas como de identidades globales”. (Estefanía,
2008, p. 9).
Es por ello que resulta fundamental en la transformación de las
funciones roles y desafíos que estos deben ser cambios beneficiosos para todos
, ya sea instituciones, docentes y estudiantes con efectos positivos y
transversales en materia educativa. Finalmente, tal como fue solicitado en las indicaciones de este
informe, se sugiere una propuesta, a propósito de los múltiples desafíos que
nos demanda la globalización en la gestión del rol y de las funciones del docente universitario. Frente a ello se
propone:
1.- Ajustar las mallas curriculares de Docencia en Educación
Superior, con diseños conjuntos con académicos, universitarios, docentes, directivos, escolares, estudiantes de pre y post grado, apoderados y
sociedad civil.
2.- Que las incorporaciones de dicha malla sean:
a)
Crear la carrera de Docencia en
Educación Superior en Pregrado.
b)
Que la carrera comprenda el
estudio de la realidad local y sus culturas.
c)
Que integre la investigación en
docencia transversalmente durante el periodo de formación, como parte del
mejoramiento continúo y garantía de calidad de la Educación superior.
d)
El reconocimiento de la
globalización como fenómeno económico, político, social y educativo.
e)
Estudio, comprensión e instalación de las
competencias y habilidades de la educación emocional en el docente
universitario.
f)
Creación de la “Carrera Docente de
Educación Superior” y que ésta comprenda una red de maestros de maestros,
procesos de inducción para profesores universitarios noveles, mentores,
evaluación, incentivo a la mejora y protección del empleo docente.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Bernate, J; Vargas, J. (2020). Desafíos y tendencias del siglo XXI
en la educación superior. Revista de
Ciencias Sociales 26, 1 - 13.
Campos, Jensy; Brenes, O; Solano, A. (2010). Competencias del docente
de educación superior en línea. Revista
Electrónica "Actualidades Investigativas en Educación", 10 (3),
1-19.
Estefanía, M. M. (2008). La globalización de la educación. Revista Teoría de la Educación, 17. 1 - 15.
Márquez, P. (1999). LOS
DOCENTES: FUNCIONES, ROLES, COMPETENCIAS NECESARIAS.
Pérez-Gómez, A. (2012). Educarse
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Ruiz, C., Mas, O., Tejada, J., y Navío, A. (2008). Funciones y
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del Perfil Basado en Competencias. Revista
de la Educación Superior. Recuperado (el 09 de junio de 2023) de https://campusvirtual.ugm.cl/pluginfile.php/834829/mod_resource/content/3/4.%20FUNCIONES%20Y%20ESCENARIOS.pdf
Tünnermann, C Bernheim. (1996).
EL ROL DEL DOCENTE EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR DEL SIGLO XXI. Recuperado el
09 de junio del 2023, de http://uiap.dgenp.unam.mx/apoyo_pedagogico/proforni/antologias/EL%20ROL%20DEL%20DOCENTE%20EN%20LA%20EDUCACION%20SUPERIOR.pdf
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