lunes, 27 de junio de 2011

Amada hasta el fin de los tiempos.

El atardecer se desvanecía como sueños pasados, el aire floral de la naturaleza le otorgaba un perfil edénico a aquel lugar tantas veces visitado en la compañía de su amado, sin embargo, ahora en la soledad de aquel crepúsculo recordaba tiempos mejores, se allegaban a su mente sonrisas mágicas que alegraban su corazón, gestos dulces y aquellas primeras caricias que la hicieron suspirar. Aún lo amaba, aquélla era una verdad inolvidable, vivieron tantas experiencias juntos, acostumbraban caminar por tranquilos ríos que fluían como la vida, él cogía una rosa y se la ponía sobre sus cabellos resplandecientes frente al imponente sol, él también la amaba, pero la vida les jugó una mala pasada, la perfidia de aquella intrusa que les arrebató una felicidad imposible de volver a conciliar.

Ahora, que han transcurrido dos años desde su trágica muerte, sólo le queda la viva imagen del recuerdo y la memoria de aquél a quien tanto amó, por ello día tras día se escapa unos breves minutos de su rutinaria vida, repleta de atosigantes trámites y papeleos que como conservadora de bienes raíces le corresponde registrar, archivar y analizar. En fin, aquel trabajo se lo legó Sebastián, aquel hombre que nunca pudo, puede, ni podrá olvidar. Así como debió hacerse cargo del conservador, también recibió como herencia la mansión en la cual habita, pues su amado, no tenía a nadie más, ella era la única que pudo comprenderlo, eran almas gemelas, inseparables-ni la muerte nos separará, mi bella Isabel- le solía decir, pero ya ven, ésta al parecer triunfó como de costumbre.

Después de permanecer en el jardín de la mansión frente al mausoleo de Sebastián, depositó una rosa azul, su color preferido, pues según él le causaba una tranquilidad y paz interior que no siempre lograba y que sólo aquéllas e Isabel le solían provocar. Luego se dirigió a campo traviesa por los innúmeros prados y arboledas dignas de contemplación para los espíritus errantes. Sin duda alguna las veinte hectáreas que rodeaban aquel magnífico lugar, en su totalidad cuidadas con esmero, eran una joya en un manantial de primores, cada seto, rosedal, pino, magnolia, lavanda y así una infinidad de flores y árboles estaban en su debido lugar, al igual que las efigies griegas y romanas que ornamentaban aquel fascinante prado, con apariencias extravagantes, donde se reencontraban figuras de otras épocas. Todo aquello era obra y gracia de un solo arquitecto que planeó regalar a su amada la más perfecta obra de arte, que pensó sería su hogar hasta el fin de los tiempos.

Al llegar a la mansión, atravesó el vestíbulo, subió las escaleras y se dirigió al estudio, cuya portentosa puerta caoba constituía la entrada. Al ingresar a éste, pasó revista a los libros de la biblioteca que se encontraba en su interior, los rozó con el ápice de sus dedos, desplazó el polvo que cubría los títulos y asió uno que llamó su atención, su tapa era de un rojo bermellón y por cómo se encontraba, aparentemente mucho más usado y desgastado que la mayoría, supuso que era uno de los predilectos de Sebastián. Una vez que lo tuvo en sus manos, leyó la rúbrica que decía: “Poesía amorosa” y lo estrechó contra su pecho, ya que en definitiva era de los gustos de su amado, quien en más de una ocasión le había dedicado un poema de su autoría a la bella Isabel.

Pero al tomar el libro no se percató que algo había caído a sus pies y una vez decidió sentarse en el sofá reclinable se fijó en aquello que se había resbalado silenciosamente, era una carta. Al ponerla sobre sus manos, la abrió y leyó, a un ritmo cada vez más vertiginoso, ya que su contenido no le daba tregua, hablaba de promesas hechas y cosas inverosímiles, hasta tal punto que cuando culminó la lectura se sentía desmayar y palidecer, pues hasta cierto punto supo que misteriosamente su amado no la abandonaría, puesto que créanme o no, en este lugar había más magia que la aparente, era una mansión cuyos recovecos guardaban secretos que recién ahora se develaban.

En efecto, el primero de aquellos misterios estaba saliendo a la luz, nada había quedado en el tintero, desde las cimientes de la mansión y su construcción propiamente tal, ésta había sido pensada, cada espacio que la constituía, absolutamente todo. En aquella carta había una indicación que apuntaba en dirección a una sala particular, donde debía encontrarse el mapa y plano de esta morada, sus intersticios, salones, entradas ocultas y la explicación del por qué de cada una. Isabel tras reponerse del sopor en que se veía inmersa, decidió seguir aquel juego que le proponía su amado, no lo pensó dos veces, simplemente se aventuró, ya que aún creía en él. Como bien señalaba la carta, se aproximó hacia la sala que ahí se indicaba y para llegar hasta ella, tuvo que vivir su propia odisea, ya que eminentemente no sería tan sencillo como pensaba. Tuvo que descender escaleras hasta llegar al sótano, éste en primera instancia se encontraba sumamente oscuro, nada se veía en rededor y ella a cada instante que transcurría se ponía más nerviosa, pero halló finalmente el interruptor y las luces se encendieron por doquier, siguió su camino por todo aquel corredor y llegó a una puerta, ante la cual se necesitaba una llave especial, no obstante, nunca había tenido necesidad de asomarse por esos pasajes y, como se imaginarán no poseía la llave, no sabía cómo acceder a aquel recinto, que por lo demás se veía imposible de traspasar sin la llave que necesitaba.

            Observó con suma precaución cada recodo del espacio donde se encontraba, atisbó hacia la techumbre que lo cubría, que formaba el piso de la planta superior, se fijó si es que había alguna ventanilla o escotilla, pero no había nada, a continuación dirigió su mirada al suelo y al realizar esta maniobra quedó pasmada, pues éste tenía trazadas diversas figuras, que manifiestamente no habían sido efectuadas al azar, habían desde leones, serpientes, águilas hasta deformes monstruos marinos y térreos. Comenzó a recordar lo que había leído en la carta e intentó rememorar si es que en algunas de las conversaciones con Sebastián habían cruzado palabras sobre este tipo de seres e imágenes, estuvo pensándolo unos momentos hasta que aquello que le causó en un primer momento extrañeza, ahora cobraba sentido. Se trataba del bestiario medieval y antiguo.

            Sin embargo, ¿le servía de algo haber descubierto que aquellas monstruosidades pertenecían a un bestiario? Al igual que ustedes, ella pensaba que no, pero por lo que aparecía en aquella misiva, donde se señalaba que todo poseía una esencia y razón de ser, concluyó que aquellos seres, probablemente eran el camino de entrada a aquella puerta donde se encontraba el plano de la mansión. Fue en aquel momento cuando dudó si es que debía seguir adelante por amor a su amado o si dejaba aquella farsa escalofriante y misteriosa. Aunque en último término determinó que era preferible seguir adelante, así que decidió llegar hasta el final de todo este asunto y acabar de una vez por todas con él.

            La mejor solución ante aquel problema de las imágenes del suelo, que seguramente poseían un mensaje cifrado en clave, fue averiguar más sobre ellas y qué significaba cada una y como no poseía mayor conocimiento, decidió retornar al estudio y buscar libros vinculados con el tema, para hacerse una idea sobre lo que tenía frente a sus ojos. Apagó todas las luces del sótano y regresó al lugar donde había comenzado su travesía y una vez estuvo ahí, se armó de paciencia y empezó a indagar en la biblioteca, buscando las temáticas de las cuales se debía procurar; las palabras claves eran: “bestiario”, “medieval” y “antiguo”.

lunes, 20 de junio de 2011

Liberemos a la sociedad del liberalismo.



Amarras sociales, encadenantes y aprisionantes
Un pasado inconcluso
Un presente tortuoso y un porvenir desastroso
Se avecina la crisis sistémica, la caída bursátil
Y el fin de los tiempos nos acecha
El mal del siglo se acentúa y se aproxima a caminata lenta
¡Ay! Adiós libertad de expresión y prensa
El tiempo se esfuma, rápido, vuela tal gacela
El lucro nos condena, las empresas siguen sumando
La gente y el pueblo siguen restando
Las cuentas se acumulan hasta la torre de Babel han llegado.

Naciones sin dueño y patrias sin destino
Estados y potencias dominantes que coartan los sentidos
Oligarquías y oligopolios a manos llenas que lo consumen todo
Libertad, valor trastocado de la humanidad
Imponentes instituciones lucrativas
Benditas industrias iluminadas por el hálito divino
Economías zigzagueantes que escalan y descienden a vaivenes
Reacciones públicas y luchas ante el poder dominante
Alardes utópicos y negación de realidades
Locuras enajenantes de facciones gobernantes
Ideas ilustradas y revolucionarias que se desvanecen en la nada
Sociedades torturadas por males y plagas
Monedas, billetes, transacciones emergentes
Opacan nuestros derechos y obstruyen nuestras mentes.

jueves, 16 de junio de 2011

La sociedad chilena del siglo XXI. Parte I.



Sin pretensiones de realizar un análisis sociológico, sino que simple y llanamente esbozar una interpretación personal que lejos de ser absoluta, sólo pretende mostrar una panorámica general de cómo cada vez más nuestra manera de pensar, modo de comportarnos y desenvolvernos en ella se torna incompatible, sino rasamente incongruente con una amplia gama de nuestros ideales, donde en variadas ocasiones éstos se han visto tergiversados, anulados y politizados por ideologías que eminentemente buscan captar adeptos que se abandericen por lo que ellos plantean, que en innúmeros casos prometen mucho más que aquello que cumplirán efectivamente. Sin embargo, la actual política es sólo un modelo visible de cómo se está focalizando nuestra sociedad, pues el fundamento propiamente tal de ella se ha ido desvaneciendo, ahora como suelo decir, lo “políticamente correcto”, es contra natura, ya que en vez de buscar un bien común, lo que se pretende obtener es el lucro individual o para aquéllos que son partidarios de una determinada ideología.

            Por otro lado, como todos sabemos en una nación nada sucede al azar, los cambios y más aún revolucionarios, tampoco son la excepción, puesto que éstos implican en primer lugar una toma de consciencia sobre el acontecer colectivo, pero a veces se da el caso, en que si bien el sistema presenta a claras luces falencias, éste no siempre está del todo errado, sino que sólo algunas de sus partes poseen fallas, las que es menester que sean no mitigadas, sino de plano solucionadas. ¡Eureka! He ahí el meollo del asunto, las soluciones, tema que analizaré en otro artículo reflexivo, pues en el presente, sólo me limitaré a tratar y dar revista a la amalgama de temas que están imbricados en este macro sistema, que denominamos sociedad chilena.

            Para nadie es novedad el plantearse el hecho concreto que vivimos en una sociedad de índole neoliberal, donde literalmente se alude a una nueva liberación, pero la pregunta que cabe realizarse es en qué consiste ésta. Frente a aquella interrogante, la respuesta es múltiple, desglosándose en el ámbito político (someramente esbozado), económico sobretodo, pues principalmente se centra en el libre cambio y tránsito de bienes y servicios, tanto a nivel país, como internacional. No obstante, aquello trae aparejado una serie de consecuencias, tales como una continúa privatización, un consumo incitado y provocado, que influye directamente en el factor social, entre muchos otros. Pero personalmente considero más transversal analizar este último, ya que es la sociedad la que se ve más afectada por este modelo.

            La sociedad, aquella comunidad de personas que posee raíces culturales, étnicas y territoriales en común, pero ¿ésta es sólo el conjunto de ellas o en este caso singular, el todo es más que la mera suma de las partes? En efecto, lo es, ya que si bien está constituida por individuos particulares y realidades diversas que en teoría, viven armónicamente, sin discriminación, de un modo pacífico y sin coartar la libertad del otro, fundamentos todos los cuales, sabemos que se encuentran diametralmente opuestos a la realidad de nuestro país; no se gesta de manera aislada, pues como sistema, posee el rasgo intrínseco de unidad de sus partes, donde si uno de sus elementos presenta un desperfecto, desencadenando una especie de efecto dominó, hará que todos los demás, ya sea directa o indirectamente se tambaleen como mínimo o se desplomen, ocasionando, por consiguiente, un estancamiento en el sistema.

            Es así, como se habrán percatado, nos enfrentamos a una constelación compleja de partes, donde la sociedad es lo que subyace, en tanto sistema, con sus segmentos respectivos, mencionados con antelación y, a su vez se manifiesta en diversos planos: económico, político, ideológico, entre otros. A continuación, retornando al nivel económico, éste en las últimas décadas se ha caracterizado por potenciar el desarrollo industrial de privados, relegando las empresas nacionales, hasta tal punto que hacia donde miremos, de norte a sur, nos veremos frente a ellas, pues gran parte de nuestra economía se ve repercutida por las decisiones de éstas, que por lo demás, se quedan con muchos de nuestros recursos económicos. Pero ése no es el problema principal, sino más bien las devastadoras y nefastas consecuencias que ello conlleva al medioambiente, puesto que para nadie es un tema tabú, tras el boom que provocó la problemática de Hidroaysén, que las empresas generan una contaminación tal que se convierte en el desencadenante fundamental de la sobreexplotación de recursos naturales, además de la muerte de flora y fauna en nuestro país. Respecto a lo anterior, no podemos soslayar la cantidad cada vez más abrumadora de especies autóctonas en peligro de extinción. Por otra parte, si bien concuerdo en que las industrias, casi de perogrullo son las que más destruyen los ambientes, nosotros como consumidores también poseemos nuestra cuota de culpabilidad.

            Y, evidentemente, nuestra cuota de culpabilidad, radica en el consumo irresponsable de bienes y servicios. Basta dirigirse al centro comercial más cercano (los comúnmente llamados “mall”), recorrer sus ajetreados espacios, tiendas, juegos de esparcimiento, los que en esencia no poseen una connotación negativa, sino que cuando se torna un exceso he ahí el problema y ¿qué creen que ha sucedido? Efectivamente nos hemos excedido, ya que cada vez más nos asemejamos a gringolandia, consumiendo como si el mundo se fuera a acabar, desde platos de comida rápida y los mil y un desechos de éstas, la tenencia exacerbada de bienes suntuarios, los que procederé a analizar en mayor profundidad.

            Cuando hablamos de bienes suntuarios, generalmente se hace alusión a aquellos que no son de primera necesidad y, por consiguiente, suelen obtenerse una vez satisfechas aquéllas más básicas, tales como la alimentación, salud, calor, vestimenta, lugar habitacional, entre otros. No obstante, la visión de aquéllos ha dado una vuelta de tuerca, pues ahora han llegado hasta tal punto, que, por ejemplo, se entienden prácticamente como primera prioridad los celulares, los que si bien en tanto medios de comunicación, se tornan necesarios, el hecho de poseer dos, tres, cuatro o incluso más por persona, al igual que computadores y una sarta de objetos más, de los que posteriormente nos libramos en determinadas ocasiones cuando han llegado a su obsolescencia o, en otras, simplemente cuando ha aparecido otro de mejor calidad. Pero lo que es aun peor y que está aparejado, es la contaminación que ellos generan, cuando preferimos botar, literalmente, al tacho de la basura, prendas de vestir en desuso, plásticos, vidrios y un centenar de etcéteras, que en vez de reciclarlos (situación trágica en Chile), simplemente esperamos a que llegue el camión de basura y que se los lleve lejos de nuestra vista. Lo que no quita que estén contaminando.

            Desde otra óptica, englobando este círculo vicioso, persiste lo que se ha venido a designar como obsolescencia programada, donde nosotros en tanto consumidores activos, no somos más que conejillos de indias, pues hay un entramado tal que ni siquiera nos percatamos que somos víctimas de él, por ello considero preciso relatarles de qué trata esta lamentable historia. Respecto a este tema, como de costumbre, reconozco que no soy un experto, pero sí quiero colaborar con la difusión crítica de aquello que nos afecta sobremanera, cuyo primer eslabón es la creación de objetos, cuya vida útil siempre es menor a la que debiese ser si sus fabricantes buscaran brindar un producto de calidad a sus usuarios o clientes, lo que dista en demasía de ser así. Un ejemplo clásico que suele emplearse es el de las ampolletas, -ante lo que si quieren indagar más, pueden recurrir a determinados reportajes, que han tratado en mayor extensión estas temáticas-, donde éstas en sus inicios tenían una duración que beneficiaba a muchos usuarios, pero que con el tiempo, pese al descubrimiento de otras de mayor duración, fueron descartadas, ya que no le convenía a los productores, puesto que eso implicaba una reducción en sus ganancias, debido a que los usuarios las renovarían de una forma más dilatada. Éste como se suele apuntar, es el primer caso que se conoce de la tal llamada obsolescencia programada, la que como habrán concluido, ocurre con gran parte de nuestros imperfectos artefactos electrodomésticos.

            Por otra parte, un segundo eslabón dentro de este viciado proceso, lo conforma la publicidad, la que se ha propalado desde sus cimientes, invadiendo cada vez más nuestros hogares, junto a sus pares mediáticos, tales como la televisión, Internet y periódicos, los que neutralmente hablando, no poseen una connotación negativa, pero cuando son manipulados, correspondiendo con una ideología preestablecida y, si a ello le sumamos un influjo hacia nuestros gustos e intereses, a través de técnicas persuasivas, cuyo afán radica en convertirnos en consumidores empedernidos, ahí se completa el ciclo para el cual estamos prácticamente acondicionados, similar a la visión que presentaba el libro “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley.

           

miércoles, 15 de junio de 2011

Una mujer con ideales.




Mujer de ojos enamorados del destino y la vida
Musa que navegas los mares de la ciudad santiaguina
Idealista, de ideologías claras como un manto de agua cristalina
Víctima de la opresión y la perfidia
Cazadora de sueños que se desvanecen en el aire
Ensoñadora consciente en tu estado de vigilia
Y
Activista inconsciente en un plenilunio de mentiras
Buscas y anhelas el bienestar social
Pero ellos se encargarán de destruir tus cimientes de verdad
Crees cándidamente en las políticas del sistema
Mas no sabes que ellos ya se han vendido cual ramera.
Aún
Confías en sus falaces y encaprichados discursillos
Antiquísimos y vaporosos como nuestro pasado remoto
Hemos perdido las raíces de nuestro pueblo
Por ello
Al desear un cambio, se traduce en un delito de estado
Hemos perdido el norte, sí y también el sur
Nuestras tierras han sido usurpadas por rapaces usureros
En cambio tú todavía…
Amas
Tu tierra, tu vida, tu patria.


miércoles, 8 de junio de 2011

Una inusual tarde en Santiago.



Aquella tarde estaba más fresca de lo usual, el viento fluctuaba amigablemente por los recovecos de la sobrepoblada ciudad santiaguina, caían las hojas de los árboles en las plazas y la gente te sonreía a menudo, lo que en más de una ocasión me impresionó, pues al parecer no era un típico día de rutina, ya que las personas se dirigían con rostros risueños y sonrosados a sus trabajos. Las sardinas enlatadas se habían convertido en pececillos audaces nadando por el mar, la vida fluía siguiendo un curso convencional o, al menos así me parecía en aquel entonces. Sin embargo, en esos momentos un mínimo detalle captó mi atención, era una anciana que me miraba con dudosa intención, no sabría describir la situación, no obstante, me sentía observado, no era lo que se podría denominar un estado de paranoia, sino que efectivamente me observaba sobremanera y lo confirmé mirando de reojo, ya que luego que la anciana dejaba de posar sus ojuelos sobre mí, los situaba en dirección a cualquier persona o pareja que avivase sus sentidos y, posteriormente en un cuadernillo de mano, anotaba sus observaciones y así me percaté que no era el único escritor que viajaba en el tranvía, aunque aprendí que tal como aquellos que pertenecen a un mismo gremio, ideología o incluso condición sexual se detectan, así ambos supimos, quizás intuitivamente, que éramos seres sensibles en un mismo recorrido.

Después del inesperado episodio de aquel día, me bajé en la estación predeterminada y me aproximé rumbo a la salida, un tanto agobiado por lo que veía venir encima; sabía que tendría una larga y debatida jornada, ya que no me dirigía a cualquier lugar, sino a uno muy pintoresco donde tendría que tratar temas más columbrados de los que acostumbraba y prepararme como para la guerra, ya que desde hace mucho sabía que los exaltados debates eran la metáfora misma de la épica caballeresca. Llevaba el arma más poderosa a mi haber, un libro; además de ello llevaba un maletín repleto de cosas inservibles, unos cuantos bolígrafos, hojas para tomar notas y por si fuera poco, un termo portátil que me permitía sorber café en el momento que estimase conveniente. Al llegar a mi destino, un lugar glacial con carácter de frigorífico y, por consiguiente, un clima gélido que te calaba hasta el tuétano de los huesos, cavilé que después de todo, mi aparatoso maletín y los curiosos utensilios que en él llevaba, no eran tan inservibles, así que me apresté a coger mi termo y de lleno calentar el garguero con una taza de café.

Me encontraba situado en aquel recinto, sentado en segunda fila sorbiendo café parsimoniosamente, al compás de mis pensamientos que no tenían necesidad aún de acelerarse, sino más bien de dedicarse a la contemplación, labor que siempre amerita un esfuerzo adicional, pero que no va más allá de una aguda observación táctico visual. En ello me encontraba cuando alguien se apuntaló a mi lado con un gentil “hola, qué tal te va”, cuya resonante y a la vez abrasadora voz me pareció conocida, en efecto, era una gran amiga, motivada por la misma idealista razón que me había hecho desembocar en aquel lugar, donde cuya estadía no sería sin penas ni glorias. No bien nos saludamos, comenzamos a hablar de la vida, de la sociedad, la cultura y, de la infaltable política, transcurriendo los minutos a una velocidad que personalmente acoplaría a la de la luz, pues siempre que estaba junto a ella, nuestro tiempo se hacía efímero.

A la zaga de aquel encuentro preconcebido, sin embargo, no del todo predeterminado, pues nunca sabemos cómo acabarán las cosas en nuestra vida, comenzó la perorata a la usanza académica de los principales invitados a la ceremonia, la que a medida que transcurría dejaba entrever que sería más distendida de lo que esperaba y, a su vez más armonizada, pero no pude evitar una leve distracción ante las sutilísimas palabras que hasta mi oído llegaban y me percaté de una peculiar pareja que al parecer iniciaría un conflicto tantas veces encendido y tal como cenizas de un fuego previo enardecen ante el más nimio contacto, así estos dos tórtolos estaban hechos unas furias, por ello era obvio que las motivaciones y reacciones me interesarían más que una charla, así que me dispuse a contemplar cómo se desarrollaba aquel apasionante conflicto.

Ella, cuyos ojos resplandecían de furor y belleza, pues cuando más se alzaba, más bella se tornaba, tenía crispados los dedos, el cuerpo en movimiento continúo, en una especie de vals, que delataba una cadencia especial, dejando intuir que seguramente practicaba algún tipo de danza, ya que se movía gracilmente, incluso cuando se encolerizaba, mientras él la miraba atento, quizás con cierto embeleso, denotando que la amaba con una irresistible pasión y que, probablemente provocaba su enfado para luego conseguir la tan anhelada reconciliación, que tanto uds como yo, sabemos cómo son en estos casos. Así él sólo pronunciaba unas cuantas palabras que a ella la terminaban por irritar, respondiendo no sólo con su cadente voz, sino que también hacía uso de su corporeidad femenina, que me bastó lo justo y necesario para saber quién ganaría la batalla. Al inferir cuál sería el final, preferí volver a prestar atención a la charla, que versaba sobre la discreción y buena educación.

miércoles, 1 de junio de 2011

La poderosa pudrición del dinero.



El poder es irresistible y sabroso, con sabor a pasas al ron
Pero cuando te engatusa y seduce has caído en las garras del infierno
Atrapa como león a la gacela y enturbia la razón
Carcome los sentidos y deja roñosos latidos
No corrompas tu vida en la negrura del abismo
Ni te entregues cual ramera a sus pretextos sin sentido
Olvida el placer maldito, sé libre de la enemiga prisión
Desátate del imperio de los vencidos
Y véngate de la inaprensible pudrición.

Repugnantes ratas son los amantes del dinero
Se arrastran como serpientes lamebotas ante un superior
Y con los subalternos son como perros hambrientos
Los estrujan y se aprovechan de su sumisión
Cargándolos como esclavos sin libertad de acción
Por ello odio y aborrezco al político ladrón,
A la veterana adinerada y a la rancia aristocracia.

Mi arte poética

Arte poética (José Chamorro)

Escribo desde el alma que aniquila la razón y no de sin razones del corazón deseadas. Escribo porque nací poeta en una generación ...