Escuchar tu voz es un susurro en mi oído, una música palpable, que me enajena hasta el éxtasis más profundo, tu voz traspasa mis poros y experiencias corporales, espero tu llegada en el silencio de mi habitación, tus pasos sigilosos, tus brazos, esas conversaciones que fluyen lentamente en la parsimonia de tu mirada, sostiene tu mirada en mis ojos unos instantes, luego la vuelves, el nerviosismo se apodera de ambos, es indescriptible, tu garganta produce un sonido titubeante, pronuncias tus ideas, tus visiones, mientras te escucho atentamente, pero mi presencia te inquieta, mi voz cubre los espacios en que nos situamos, en que nos conocimos, pero la atracción es más fuerte que nuestra racionalidad, estamos en un toma y daca constante, mis palabras te las doy como mi mayor tesoro, tú las atesoras en la fragilidad de tu memoria. Cuando pronuncias mi nombre y te acuerdas de mi existencia, en el saludo cotidiano hay más que la sutil preocupación, es una dialéctica de nuestras presencia
El monte parnaso es el olimpo de los simbolistas No soy iconoclasta ni falso adorador de egolatrías Enamórate de la soleada claridad del día Invierte el tiempo, traspasa generaciones Sumérgete en la torre de marfil, lee, escucha y escribe lo que ves No te calles, lo peor que puedes hacer es silenciarte Tan sólo entra y serás bienvenido en mi torre de marfil No preguntes por mi nombre, ya lo sabrás de antemano Sólo sé tú, sigue tu camino y me encontrarás, si me estás buscando.