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CFG. Palestina como paradigma de la exclusión Investigación Final/ 2º Semestre - Trabajo final (año 2013).

 

                En el texto Estado de excepción, comienzo del segundo tomo de Homo sacer, escrito por el filósofo italiano Giorgio Agamben, refiere el caso de Palestina como paradigma de exclusión, lo que nos remite en primera instancia a su ámbito jurídico: “Estado de excepción enfoca una de las nociones centrales de la obra de Agamben; ese momento del derecho en que se suspende el derecho precisamente para garantizar su continuidad, e inclusive su existencia. O también: la forma legal de lo que no puede tener forma legal, porque es incluido en la legalidad a través de su exclusión.”[1]

Por otro lado, Agamben vinculará el concepto que nos convoca con el de biopolítica, formulado por Foucault, lo que se clarifica aún más en la siguiente cita: “Tal como había señalado ya en Homo sacer I, la excepción es en realidad la estructura originaria que funda –da origen y fundamento a- la biopolítica moderna: esto es, a la política que incluye a la vida natural (la zoé, en la terminología de Foucault que Agamben retoma) dentro de los cálculos del poder estatal. Al incluir al viviente, en tanto vida desnuda, dentro del derecho mediante su exclusión (en la medida que alguien es ciudadano pone su vida natural, su nuda vida, a disposición del poder político), la política se vuelve biopolítica. Y el estado de excepción en tanto crea las condiciones jurídicas para que el poder disponga de los ciudadanos en tanto vidas desnudas, es un dispositivo biopolítico de primer orden.”[2] Con ello se hace referencia a la condición de ciudadano de una nación, que en tanto tal, su vida natural en tanto persona humana, debe regirse por esta proposición jurídico-legal.

 

Un concepto no menor  es el de paradigma, que define la situación particular de Palestina, que en griego, no significa otra noción, que ejemplo y en tanto tal representa la totalidad de los casos situados en un estatuto similar. Agamben, por otra parte, en una entrevista que le realizaron en relación a su libro: Estado de excepción, lo posicionará como un caso en el que se encontrará entre la anomia y el derecho.

 

El término “Estado de excepción”, es analizado lingüísticamente por Agamben, adquiriendo diversas denominaciones según su estatuto lingüístico y en tanto sintagma, recibe denominaciones tales como, en la doctrina alemana, recibe el nombre de Ausnahmezustand, que es sustituido igualmente por estado de necesidad, es decir, notstand, en cambio en Francia e Italia, se los suele referir como estado de sitio o decretos de urgencia. En cambio en los países de habla anglosajona, recibe otras terminologías, martial law (ley marcial) y emergency powers (Poderes emergentes). Siendo este cambio paradigmático, crucial en la historia de occidente en sus más variados ámbitos, teológico, jurídico y biopolítico.

 

El estado de la sociedad, ya no es el mismo, pues ésta, al igual que la política, se encuentra en constante y permanente cambio, siempre en movimiento y evolución, es una lucha de poder, que intenta instaurar y restaurar el desequilibrio constante: “La dinámica de cómo deponer lo instituido, sin instruir al mismo tiempo una nueva institución remite, ciertamente a la idea de revolución permanente. Le pregunto no qué hacer, sino hacia dónde cree que es posible y deseable dirigirse en el intento de pensar una política completamente nueva”.[3] Esta visión se instaura dentro de la noción focaulteana de microfísica del poder, es decir, el choque de dos polaridades y redes de relaciones de poder en tanto determinantes para la configuración del sujeto que se encuentra en un campo de tensiones permantente.

 

De este modo conceptos como el de nuda vida o vida desnuda, se presentan como una articulación con la norma, entendida ésta como un aparataje jurídico, que reviste a las personas, arrancándolas de su naturalidad y proveyéndolas de un marco legal, que en conjunto constituyen la máquina biopolítica. Siendo estos ropajes, en términos de Agamben, la lengua, la norma y los hábitos, que van más allá de la mera existencia de los sujetos.

 

Al analizar el Estado de excepción como paradigma de gobierno, por tanto, de orden político-jurídico, nos topamos frente a la problemática de que no existe una teoría establecida sobre este tema que escapa del derecho jurídico, constituyendo en sí mismo una excepción al propio sistema jurídico, situándose entre el límite de la política y el derecho. A su vez, constituye: “7,4. La nuda vida en que esos hombres fueron transformados, no es, empero, un hecho extrapolítico natural, que el derecho deba limitarse a comprobar o reconocer, es más bien, en el sentido que hemos visto, un umbral en el que el derecho se transmuta en todo momento en hecho, y el hecho en derecho, y en el que los dos planos tienden a hacerse indiscernibles. No se comprende la especificidad del concepto nacionalsocialista de raza –ni la particular vaguedad e inconsistencia que lo caracterizan- si se olvida que el cuerpo biopolítico, que constituye al nuevo sujeto político fundamental, no es una questio facti (por ejemplo, la identificación de un cierto cuerpo biológico) ni una questio iuris (la identificación de una cierta norma que debe aplicarse), sino el producto de una decisión política soberana que opera sobre la base de una absoluta indiferencia entre hecho y derecho.”[4]

 

Un tema no menor frente al análisis es la emancipación judía y la constitución de un Estado nacional que en términos de Bauer: “¿A título de qué aspiráis, pues, los judíos a la emancipación? ¿En virtud de vuestra religión? Esta es la enemiga mortal de la religión del Estado. ¿Cómo ciudadanos? En Alemania no se conoce la ciudadanía. ¿Como hombres? No sois tales hombres, como no lo son tampoco aquellos a quienes apeláis. Bauer plantea en términos nuevos el problema de la emancipación de los judíos, después de ofrecernos una crítica de los planteamientos y soluciones anteriores del problema. ¿Cuál es, se pregunta, la naturaleza del judío a quien sé trata de emancipar y la del Estado que ha de emanciparlo? Y contesta con una crítica de la religión judaica, analiza la antítesis religiosa entre el judaísmo y el cristianismo y esclarece la esencia del Estado cristiano, todo ello con audacia, agudeza, espíritu y profundidad y con un estilo tan preciso como jugoso y enérgico. ¿Cómo, pues, resuelve Bauer la cuestión judía? ¿Cuál es el resultado? El formular un problema es resolverlo. La crítica de la cuestión judía es la respuesta a esta cuestión. Y el resultado, resumido, el siguiente: Antes de poder  emancipar a otros, tenemos que empezar Por emanciparnos a nosotros mismos.

La forma más rígida de la antítesis entre el judío y el cristiano es la antítesis religiosa. ¿Cómo se resuelve una antítesis? Haciéndola imposible. ¿Y cómo se hace imposible una antítesis religiosa? Aboliendo la religión. Tan pronto como el judío y el cristiano reconozcan que sus respectivas religiones no son más que diferentes fases de desarrollo del espíritu humano, diferentes pieles de serpiente que ha cambiado la historia, y el hombre la serpiente que muda en ellas de piel, no se enfrentarán ya en un plano religioso, sino solamente en un plano critico, científico, en un plano humano. La ciencia será, entonces, su unidad. Y las antítesis en el plano de la ciencia se encarga de resolverlas la ciencia misma. El judío alemán se enfrenta, en efecto, con la carencia de emancipación política en general y con la acusada cristianidad del Estado. Para Bauer, la cuestión judía tiene, sin embargo, un alcance general, independiente de las condiciones alemanas especificas. Se trata del problema de las relaciones de la religión con el Estado, de la contradicción entre las ataduras religiosas y la emancipación política. La emancipación de la religión es planteada como condición, tanto para el judío que quiere emanciparse políticamente como para el Estado que ha de emancipar y que debe, al mismo tiempo, ser emancipado. "Bien, se dice, y lo dice el mismo judío, el judío debe ser emancipado, pero no como judío, no por ser judío, no porque profese un principio general humano de moral tan excelente; el judío pasará más bien, como tal, a segundo plano detrás del ciudadano, y será ciudadano, a pesar de ser judío y de permanecer judío; es decir, será y permanecerá judío, a pesar de ser ciudadano y de vivir dentro de relaciones generales humanas: su ser judío y limitado seguirá triunfando siempre y a la postre sobre sus deberes humanos y políticos. Se mantendrá en pie el

prejuicio, a pesar de dominar sobre él los principios generales.”[5]

 

            No menos despreciable es el renacimiento cultural que acaeció en Palestina en el siglo XIX, siendo Beirut y El Cairo, sus centros neurálgicos, donde se vivió esta revolución ideológica nacionalista, las que marcaron no sólo el ritmo social y sus cambios en la visión misma de sociedad, sino que también en áreas como la literatura y el periodismo, asentamientos de la cultura de un pueblo, lo que implica un florecimiento intelectual, ante todo imbuyendo a las elites más jóvenes, que se aparcelaban en el nacionalismo árabe. Este renacer, creó y trajo consigo una simbiosis cultural entre occidente y oriente, cohesionando ambos mundos, que en un principio parecían diametralmente opuestos: “La ocupación de Palestina después de la primera guerra mundial, planteó una situación singular a los nacionalistas árabes del país. Frente al desafío del movimiento sionista y sus ambiciones escasamente esbozadas de convertir a Palestina en un Estado Judío, los escritos nacionalistas dentro de Palestina desarrollaron una orientación específicamente Palestina. Durante el mandato surgió un cuerpo de literatura árabe palestina –creativa, polítca e histórica- a la que se puede definir mejor como nacionalista cultural. Integraba temas nacionales con la literatura de manera tal de imprimir una conciencia nacional en los importantes sectores educados de la población.”[6]

 

 En lo referente al surgimiento de esta literatura, estuvo paralelamente enmarcada en un crecimiento tanto del capital cultural palestino, a través de la creación de escuelas y clubes literarios, como de orden económico, hicieron y generaron un gran aporte al futuro palestino. Si volvemos a pensar la influencia que ejerció occidente en la sociedad palestina en particular y árabiga en general, sin duda alguna ésta se aprecia no sólo en el acontecer social, sino que ante todo vemos su fiel reflejo en la literatura: “Algunas de las formas literarias empleadas por los escritores, eran relativamente nuevas para el mundo árabe. La literatura arábiga premoderna, como la literatura de otros países musulmanes, había consistido en poemas épicos, novelas populares y cuentos folklóricos, y la novela árabe no nació hasta fines del siglo XIX, y principios del XX, cuando comenzaron a producirse cambios perceptibles en la sociedad árabe. Como consecuencia del creciente contacto con occidente.”[7]

 

            Los temas que abordaba este tipo de literatura, eran reflejo de la realidad social que aquejaba a los escritores palestinos, volviéndose así tónica común los vínculos familiares y la pobreza en las aldeas y la transformación de los hábitos sociales, producto de la urbanización. Pero quizás los que mayormente delineaban el itinerario de escritura de los autores, eran el impacto de la ocupación extranjera, y de la inmigración judía y la compra de tierras de las familias árabes palestinas.



[1] Estado de excepción, Homo sacer, II, I. Agamben Giorgio. Introducción, pp.5.

[2] Íbidem. Pp. 7.

[3] Íbidem. Pp. 8.

[4]  Homo sacer, I, El poder soberano y la nuda vida. Agamben Giorgio. pp.218.

[5] Sobre la cuestion judía, Carlos Marx. Pp. 6. Sociología II – CEM - Universidad Central de Venezuela.

[6] El nacionalismo cultural árabe en Palestina durante el mandato británico. Adnan Abu- Ghazaleh. Pp. 91.

[7] Íbidem. Pp. 98.

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