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Medea, del mito a la tragedia.


            En la presente investigación se pretende abordar la tradición mitológica que gira en torno al mito de Medea, el cual había sido difundido ampliamente en la antigüedad griega, cuya transmisión de carácter oral, se producía de generación en generación. Por otra parte, referiré qué variantes del mito fueron escogidas por el poeta trágico Eurípides, para elaborar su obra respectiva, es así que para poder realizar una interpretación acorde, será menester acudir a aquella tradición mitológica que constituye en definitiva la estructura del relato, para así establecer el hilo conductor de la argumentación que estará dado por el desentrañamiento de aquellos mitos y nociones que la conforman y, por sobre todo, comprender el valor que cobra en su versión trágica a través de un análisis textual.
                                                           
            El primer punto a tratar, para desenmarañar su carácter mitológico, será el mito de los argonautas, el cual nos permitirá comprender el contexto y motivación que condujo a Jasón a su encuentro con Medea y su posterior historia de amor y aciago desenlace. De este modo, para remontarnos a los inicios del mito de los argonautas, es preciso referir el conflicto desencadenado entre Pelias y Diomedes, hijo de Esón o también llamado Jasón, cuyo nombre recibió de su padre adoptivo. Es así que en una de las versiones de esta discordia, se ha referido la usurpación del trono de Yolco, por parte de Pelias, lo cual queda explícito a través del siguiente pasaje del mito: “Después de la muerte del rey eolio Creteo, Pelias, hijo de Posidón, que era ya anciano, se apoderó del trono de Yolco, que pertenecía a su hermanastro Esón, el heredero legítimo. Un oráculo le advirtió poco después que le mataría un descendiente de Eolo, por lo que Pelias dio muerte a todos los eolios prominentes a los que se atrevió a atrapar, con excepción de Esón, a quien perdonó la vida por respeto a su madre Tiro, pero al que retuvo preso en el palacio obligándole a renunciar a su herencia”.[1]

            Como se aprecia en el extracto anterior, a Esón le fue arrebatado el trono de un modo injusto, sin embargo, este ultraje no quedará exento de castigo y, pese a las artimañas realizadas por Pelias, el destino cumplirá lo vaticinado por los oráculos, siendo Jasón, quien retornará al poder. Lo cual implicó la participación de Polimela, la madre de éste, ya que al momento del nacimiento de Diomedes, lo sacó a ocultas de la ciudad llevándolo al monte Pelión, para que fuese criado por el centauro Quirón, salvándose de esta forma de una vil muerte. No obstante, el pasar de los años reunió finalmente, tal cual había sido destinado, a estos dos hombres, reclamando así Jasón el poder que le correspondía, pero Pelias no se lo entregó a buenas y a primeras, sin que éste antes realizara arduas labores, “Cuando Pelias reveló su identidad, Jasón no se alteró. Audazmente reclamó el trono que le había usurpado Pelias (…) y como le apoyaron firmemente su tío Feres, rey de Feras, y Amitaón, rey de Pilos, quienes habían ido a tomar parte en el sacrificio, Pelias no se atrevió a negarle sus derechos de nacimiento. –Pero antes- insistió- te exijo que libres a nuestro querido país de una maldición. Jasón se enteró entonces de que a Pelias le acosaba el ánima de Frixo, que había huido de Orcómeno una generación antes, para evitar que lo sacrificaran. (…) Según el oráculo de Delfos, el territorio de Yolco, donde se habían establecido muchos de los parientes minias de Jasón, nunca prosperaría si su ánima no era conducida a su patria en una nave, juntamente con el vellón del carnero de oro”.[2]

            Es por lo anterior, que Jasón se tuvo que dirigir hacia Cólquide en búsqueda del vellocino de oro, acompañado de una tripulación de 50 remeros, que sería conocida como los argonautas, puesto que la embarcación había sido construida por el tespio Argo. Si bien, el mito refiere las proezas que realizaron los argonautas, previas a la llegada a Cólquide, me centraré en el encuentro entre Jasón y Medea, con la posterior ayuda por parte de ésta para la captura del vellón. Sin embargo, no nació de Medea en primera instancia ayudar a Jasón, sino que fue la intervención de Hera y Atenea, las que buscaban que éste cumpliese su cometido, tal como se señala en el siguiente extracto del mito: “Hera y Atenea discutían ansiosamente en el Olimpo cómo podía su favorito Jasón conseguir el vellocino de oro. Por fin decidieron apelar a Afrodita, quien se encargó de que su travieso hijito Eros despertara en Medea, la hija del rey Eetes, una súbita pasión por él. (…)Eros aceptó ansiosamente el regalo y prometió a las otras diosas que mantendría viva la pasión de Medea por medio de un talismán nuevo: un torcecuello vivo extendido sobre una rueda de fuego”.[3] Mientras las diosas hacían todo cuanto estaba en sus manos para ayudar a Jasón, éste se había dirigido hacia el rey Eetes para explicarle su situación y que le entregara el vellocino de oro, pero antes Jasón tendría que sortear previamente una serie de pruebas: “Jasón debía uncir a dos toros que exhalaban fuego y tenían las pezuñas de bronce, creaciones de Hefesto; arar con ellos el campo de Ares en una gran extensión y luego sembrarlo con los dientes de serpiente que le había dado Atenea, los que sobraron de la siembra de Cadmo en Tebas”.[4]
           
            Si bien, aquellas hazañas parecían difíciles de realizar, fue en aquel momento, cuando Eros lanzó una de sus flechas a Medea y ésta se enamoró perdidamente de Jasón, ofreciéndole su ayuda, aunque con la condición de que ella volviese en el Argo como su esposa. Ante lo cual Jasón juró por todos los dioses del olimpo que sería eternamente fiel a Medea, que como veremos en la tragedia de Eurípides, este vínculo de fidelidad conyugal, será transgredido por Jasón, ocasionando hórridas consecuencias. Por otra parte, el siguiente extracto del mito versa sobre el modo de cómo Medea ayudó a Jasón a capturar el vellocino de oro: “Ella le entregó un pomo que contenía una loción hecha con el zumo de color de sangre de azafranes de doble tallo caucasianos, que le protegería del aliento ígneo de los toros; esta flor poderosa nació por primera vez de la sangre del atormentado Prometeo”.[5] De esta forma, Jasón, tras rociar su cuerpo y armas con la loción, unció los toros con un yugo adamantino, sin daño alguno, posteriormente aró durante todo el día y sembró los dientes, de los que surgieron hombres armados, que se dieron muerte entre ellos, tal cual como se lo ordenó Eetes.  Pero una vez cumplido con todo cuanto se le encomendó, el rey de Cólquide se negó a entregarle en vellocino, amenazándolo con incendiar el Argo y a sus tripulantes si no se iban de su tierra. No obstante, intervino nuevamente Medea, convenciendo a su padre y así acompañó a Jasón al recinto de Ares, donde se encontraba el carnero de oro.

            En este punto del mito, se ha referido que el vellocino estaba resguardado por un dragón repugnante e inmortal, ante el cual Medea, empleó sus artilugios: “Medea apaciguó al dragón silbante con encantamientos y luego, utilizando ramitas de enebro recién cortadas, le roció los párpados con gotas soporíferas. Jasón desató con cautela el vellocino del roble y todos juntos corrieron a la playa donde estaba el Argo.”[6] De esta manera, los argonautas obtuvieron el carnero, pero sin que por ello cesasen de advenirles nuevos obstáculos.  Es así que en su regreso a Tesalia, el Argo huía de las flotas de Eetes, costeando el mar negro, en dirección contraria al sol, de cuya ruta han prevalecido diversas versiones, pero lo esencial para comprender los argumentos que empleará Medea contra Jasón en la tragedia, está dado por la muerte que dio ésta a su hermano Apsirto. En efecto, la interpretación más aceptada del mito, señala lo siguiente: “Medea mató a su joven hermanastro Apsirto, al que había llevado a bordo, y lo descuartizó y arrojó un pedazo tras otro a la corriente rápida”.[7] Estratagema que sería usada para retrasar a su padre y que éste no alcanzase el Argo.

            En su retorno a Grecia, cabe referir otro hecho fundamental, que son las razones y el momento que Jasón y Medea contrajeron nupcias, las que acontecieron en la ciudad de Drepane, donde reinaba el rey Alcínoo y su esposa Arete, los cuales les brindaron hospitalidad. Sin embargo, los colquideos que iban en su búsqueda, arribaron también a esta ciudad y reclamaron el regreso de Medea al lado de su padre, junto con el vellocino. Pero la astuta reina Arete convenció a su esposo, para que dictara una sentencia y dictaminara a favor de Medea, pero éste sin ser parcial, señaló lo siguiente: “Si Medea es todavía virgen volverá a Cólquide; si no lo es, podrá quedarse con Jasón”.[8] Una vez se hubo informado la reina sobre la sentencia, envió a un heraldo para que le advirtiera a Jasón sobre la decisión del rey y, de este modo, Jasón se casó inmediatamente con Medea en la cueva de Macris. Por ello, al pronunciar Alcínoo su dictamen a la mañana siguiente, Jasón apeló a que Medea era su esposa y, por consiguiente, los colquideos no pudieron cumplir las órdenes de Eetes y por temor a sus represalias, decidieron establecerse en esta ciudad.

            Uno de los hechos que se apercibe reiteradas veces en la tragedia, es la muerte de Pelias por medio de sus hijas, las que fueron engañadas por Medea, suceso que se desencadenó por la venganza de Jasón, puesto que Pelias pretendía asesinar a sus padres, los que le solicitaron finalmente, acabar ellos mismos con sus propias vidas y no así, en las despiadadas manos de Pelias, no obstante, éste golpeó contra el suelo, al hermano de Jasón, provocándole la muerte. Cuando Diomedes se enteró de aquello, quiso atacar el territorio de Yolco e invadirlo, pero debido a que en comparación a la guarnición de esta ciudad los remeros eran un número muy ínfimo, tuvo que desistir de su propósito. Por esta razón, Medea se ofreció a dar ella sola muerte a Pelias, para que los argonautas, conquistaran Yolco, cuyo plan sería el siguiente: “Pidió a los argonautas que se ocultaran con su nave en una playa boscosa y retirada desde la cual podía verse Yolco. Cuando vieran ondear una antorcha en el techo del palacio esto significaría que Pelias había muerto, que las puertas estaban abiertas y que podían tomar la ciudad.”[9]

            Para llevar a cabo su plan, Medea vistió a sus doce esclavas feacias con extraños disfraces y a sí misma, se tornó en una vieja arrugada, ordenando a los centinelas de la ciudad que se abrieran paso, puesto que ella venía a anunciar la venida de la diosa Ártemis y que ésta, había llegado desde el país de los hiperbóreos en un carro tirado por serpientes voladoras para traer buenos designios a Yolco. Ante tales hechos, los centinelas quedaron pasmados y les dejaron ingresar a la ciudad, que enfurecidas como ménades despertaron a todos los habitantes. Pelias una vez interrumpido su sueño, preguntó sobre lo que esperaba la diosa que él hiciese, pero con suma agudeza, Medea respondió: “Ártemis se dispone a agradecer tu piedad rejuveneciéndote, permitiéndote así engendrar herederos en lugar de tu mal hijo Acasto”.[10] Aun así, Pelias se mostró escéptico, ante lo cual Medea se transformó nuevamente, presentándose con un aspecto rejuvenecido, demostrándole el supuesto poder de la diosa Ártemis, lo que a través de la revelación de ciertos artilugios, terminaron por convencer a Pelias. Una vez lo convenció, lo durmió mediante encantamientos y ordenó a sus hijas que lo despedazasen como ellas le habían visto hacer con el carnero y que luego, lo pusieran en la caldera para rejuvenecerlo, que si bien no querían en un comienzo, no escaparon de las garras de Medea y cayeron en sus engaños. El mito culmina con la concretización del plan de Medea y la posesión de la ciudad por los argonautas.

            Otra variante del mito refiere lo acontecido en Corinto, una vez se establecieron allí, ciudad en la que reinaron Jasón y Medea, durante diez años, puesto que el padre de ésta era el rey de Corinto, quien cuando emigró a Cólquide dejó como regente a Buno. Sin embargo, el trono fue usurpado por Corinto, el que una vez muerto dejó vacante el trono, siendo de esta manera reclamado por Medea, la heredera legítima. Pero aquellos prósperos años culminaron en la desconfianza de Jasón hacia Medea, puesto que creía que ésta, empleando sus encantamientos, había obtenido el reinado envenenando a Corinto, razón por la cual, decide separarse de ella y casarse con la tebana Glauce, hija de Creonte.

No obstante, como cabría esperar, Medea no negó el crimen, pero además apeló a los juramentos que le hizo ante todos los dioses, en Ea, ante lo que éste le manifiesta que un juramento hecho por la fuerza, carece de validez, entonces Medea le reprochó que por ella, él ahora detentaba el poder en Corinto, por ello Jasón alude en su defensa, lo siguiente: “Es cierto, pero los corintios han aprendido a sentir más respeto por mí que por ti”.[11] Ante tales insistencias y alternancia de versos retóricos, Medea finge subyugación para planear su venganza, que consistió en lo siguiente: “Envió a Glauce un regalo de boda por medio de los príncipes de la casa real, pues había dado a Jasón siete hijos y siete hijas. El regalo consistía en una corona de oro y una larga túnica blanca, envenenadas.[12]

            En concordancia con lo señalado, el plan urdido por Medea, surtirá efecto, generando llamas inextinguibles que acabarán con la vida de Glauce, Creonte y los huéspedes tebanos, que se acogían en palacio, salvándose Jasón, ya que éste huyó por la ventana alta. Por otra parte, Zeus en aquel momento se enamoró de ella, requiriéndola amorosamente, ante lo que Medea se negó rotundamente y Hera en agradecimiento le ofrece lo sucesivo: “Haré a tus hijos inmortales si los dejas en el altar de los sacrificios de mi templo”.[13] Ante lo que Medea cedió, huyendo posteriormente en un carro tirado por serpientes aladas, concedido por su abuelo Helio. Sin embargo, los Corintios no se quedaron de brazos cruzados y acecharon a los hijos de Medea, apedreándolos y acabando con sus vidas, en venganza por las muertes de los reyes; los que por orden del oráculo de Delfos, fueron enterrados en el templo, pero sus almas se hicieron inmortales, como lo había prometido Hera. Cabe destacar, que a Eurípides se le atribuye haber adaptado el mito, concibiendo otra variante, siendo Medea la asesina de dos de sus hijos y que el resto, había muerto en palacio; lo que se explica, por el pago de quince talentos de plata al dramaturgo Eurípides, para que absolviera de culpabilidad a los corintios.

            Finalmente el mito de Medea, hace alusión a los hechos ulteriores a su destierro de Corinto, siendo el primer lugar al que acudió, la ciudad de Tebas, para visitar a Heracles, quien le había prometido amparo si Jasón se mostraba infiel, curándola éste de la locura que le hizo matar a sus hijos, pero los tebanos se negaron a que ésta habitase en su ciudad, ya que había asesinado a su rey.  Por consiguiente, se dirigió a Atenas, casándose con el rey Egeo. No obstante, será nuevamente desterrada, ya que intentará asesinar al hijo de Egeo, llamado Teseo. Luego se refieren un cúmulo de hazañas más, que no son pertinentes para la temática abordada, pero sí cabe apuntar, como enuncia Graves: “Medea no murió, sino que se hizo inmortal y reinó en los Campos Eliseos, donde, según dicen algunos, fue ella y no Helena, quien se casó con Aquiles”.[14]

            En suma si bien se ha analizado el carácter mítico de Medea, cabe aún referir la visión trágica que se le dio posteriormente al relato, centrándome en primera instancia en las características que le otorgó Eurípides, para lo cual haré alusión a sus aspectos contextuales y más representativos de sus tragedias. En un mismo sentido en cuanto a este poeta trágico es preciso señalar que no se sabe con certeza su nacimiento, puesto que encontramos la presencia de una anécdota griega que contaba que Eurípides nació el mismo día de la victoria sobre los persas en Salamina hacia el año 480, pero también existe una inscripción del mármol de Paros que alude que su nacimiento fue en el 484, perteneciendo a lo que se conoció como la “gran generación”[15]. Se estima que compuso aproximadamente unas cien obras trágicas, conservándose más obras de él que de ningún otro autor dramático antiguo, debido a la gran predilección que causó tras su muerte en el 406, suceso que se contraponía a su reconocimiento en vida.

Respecto a la tragedia de Medea, ésta fue representada por vez primera bajo el arcontado de Pitodoro, el primer año de la Olimpíada ochenta y siete, es decir, el año 431. En la que vemos reflejada un cúmulo de facetas del teatro trágico de Eurípides, las que iré señalando a grandes rasgos y punto por punto: 1.- Influencia primordialmente de la ilustración ateniense, lo que constata su influjo del período histórico que lo envolvía.
2.- La racionalidad como método de análisis para las acciones de los personajes, los que se someterán a discusiones de principios, acudiendo a la retórica que es tan distintiva de la sofística, empleándola en discursos que criticarán tanto las tradiciones religiosas como aquellas de carácter mítico.
3.- Desconfianza de la justicia divina y una mayor exigencia de moralidad en los dioses.
4.- Presentación de personajes complejos, escépticos y vacilantes al momento de cometer alguna acción que por ser un conflicto trágico, ineludiblemente ocasionará consecuencias funestas.
5.- Abundancia de agones o enfrentamientos dialécticos. (Sofística).
6.- Influencia de la pasión por sobre la razón en las decisiones de los personajes, arrastrándolos a la catástrofe y muerte, ya sea de ellos mismos o de sus philos.
7.- A nivel teatral encontramos la utilización del elemento catalogado como deus ex machina.[16]
8.- Interés por poner en un primer plano escénico a mujeres audaces, apasionadas y decididas, ámbito que ha sido destacado enormemente y que lo ha catapultado como un adelantado a su tiempo.

            En el caso particular de la tragedia “Medea” cabe referir que Eurípides soslaya un cúmulo de elementos del mito, situando la representación en la ciudad de Corinto, tras varios años después de sortear los obstáculos para obtener el vellocino de oro, refugiándose en esta ciudad junto a Medea y sus hijos. Sin embargo, el conflicto se nos presenta cuando éste contrae nuevas nupcias con la tebana Glauce, hija del Rey Creonte, ante lo que la obra nos revelará la venganza que planeará Medea contra Jasón y su nueva esposa.

            Realizaré el análisis textual de la obra en base a su estructura esquemática, iniciando como corresponde por el prólogo, donde se nos muestra la imagen de la nodriza quien en su monólogo nos narrará los acontecimientos más significativos que tuvieron que enfrentar los argonautas y los nefastos hechos que cometió Medea en su ayuda: “¡Ojalá la nave Argo no hubiera volado sobre las sombrías Simplégades hacia la tierra de Cólquide, ni en los valles del Pelión hubiera caído el pino cortado por el hacha, ni hubiera provisto de remos las manos de los valerosos hombres que fueron a buscar para Pelias el vellocino de oro! Mi señora Medea no hubiera zarpado hacia las torres de la tierra de Yolco, herida en su corazón por el amor a Jasón, ni, habiendo persuadido a las hijas de Pelias a matar a su padre (…).”[17]

Posteriormente la nodriza comenta sobre la traición de Jasón hacia sus philos, motivo que he mencionado con antelación, pero lo que más llama la atención es la reacción de Medea, la que someteré a un ulterior análisis: “Y Medea, la desdichada, objeto de ultraje, llama a gritos a los juramentos, invoca a la diestra dada, la mayor prueba de fidelidad, y pone a los dioses por testigo del pago que recibe de Jasón. Ella yace sin comer, abandonando su cuerpo a los dolores, consumiéndose día tras día entre lágrimas, desde que se ha dado cuenta del ultraje que ha recibido de su esposo, sin levantar la vista ni volver el rostro del suelo y, cual piedra u ola marina, oye los consuelos de sus amigos”.[18]

El párrafo anterior alude a disímiles situaciones, entre ellas tal como se aprecia en el mito, el juramento que Jasón le hizo a Medea ante todos los dioses del Olimpo, donde le prometió llevarla consigo en el Argo como su esposa y corresponderle por toda la eternidad, lo que se reafirma cuando contrajeron nupcias en tierra Feacia, por ello la nodriza se refiere a “la diestra” como la mayor prueba de fidelidad. Pero por otra parte, por la reacción de Medea, nos percatamos desde el comienzo sobre su carácter vehemente, apasionado e inmutable muchas veces, rasgo último que la torna una “piedra” ante los ojos de quienes la rodean.

A continuación en aquel mismo monólogo se nos revela el sufrimiento que le causa a Medea recordar todo cuanto hizo por Jasón: “Y si alguna vez vuelve su blanquísimo cuello, ella misma llora en sí misma a su padre querido, a su tierra y a su casa, a los que traicionó para seguir a un hombre que ahora la tiene en menosprecio. La infortunada aprende, bajo su desgracia, el valor de no estar lejos de la tierra patria.”[19]  Este extracto refleja de esta forma, la pesadumbre que le provocan sus acciones pasadas, de las que si bien no podemos conjeturar que se arrepienta de ellas, se atisba un resentimiento hacia Jasón por no condescenderse de sus acciones que no fueron hechas sino para su beneficio. A lo que se le añade el hecho de encontrarse desamparada en una tierra lejana, a la deriva y arbitrio de sus gobernantes, cuyas desgracias según la nodriza le permiten “aprender” el valor de ser expatriado, lo que implica no pertenecer a una polis definitiva, por lo tanto, ruptura de los vínculos hacia ésta y además ve peligrado su oikos por este nuevo matrimonio que contrae Jasón.

A medida que prosigue el prólogo nos enfrentamos al diálogo entre la nodriza y el pedagogo, donde este postrero le refiere la nueva desgracia que se le avecina a Medea: “Creonte, soberano de esta tierra, iba a expulsar de este suelo a estos niños con su madre. Mas ignoro si este rumor es verdadero. Desearía que no lo fuese.”[20]Pese a que el pedagogo lo relata como un rumor, no tardará en confirmarse como un hecho certero, pues Creonte sentenciará al destierro a Medea junto con sus hijos, por los actos que ésta pudiese cometer, los que examinaré más adelante.

En la párodos, encontramos la presencia de esticomitías entre Medea y la nodriza, manifestándose nítidamente las intenciones que posee Medea de querer asesinar a sus hijos: “¡Ay, sufro, desdichada, sufro infortunios que merecen grandes lamentos! ¡Ay, hijos malditos de una odiosa madre, así perezcáis con vuestro padre y toda la casa se destruya!”.[21]Aquí se constata lo que la nodriza ya presentía, que el furor que siente Medea, ésta lo descargase en sus seres queridos, sin importarle las consecuencias de sus actos, sino que sólo su sanguinaria venganza.  No obstante, la nodriza le responde con una Rhesis que es preciso analizar por las críticas que efectúa a quienes detentan el poder: “[…] Terribles son las decisiones de los soberanos; acostumbrados a obedecer poco y a mandar mucho, difícilmente cambian los impulsos de su carácter. Mejor es acostumbrarse a vivir en la igualdad; en lo que a mí toca, ¡ojalá envejezca, no entre grandezas, sino en lugar seguro! Moderación es la palabra más hermosa de pronunciar, y servirse de ella proporciona a los mortales los mayores beneficios. El exceso, por el contrario, ningún provecho procura a los mortales y devuelve, a cambio, las mayores desgracias, cuando una divinidad se irrita contra una casa”.[22]

En la rhesis precedente, en primer término se refiere a los soberanos en general, lo cual es una crítica efectuada a los gobernantes de índole absolutista, que sólo consideran correcto sus decisiones, pese a que el demos pudiese estar en desacuerdo, pero a su vez en el marco de la obra, es una acusación a Creonte por su insensatez al haber expulsado de esta tierra no sólo a Medea, sino que sobre todo por los hijos de ésta. También se menciona la noción de “igualdad”, la que puede tener múltiples connotaciones, ya sea refiriéndose a una igualdad económica, donde es injusto que existan diferencias sustanciales entre clases, pero más aún puede que se insinúe un discurso político, donde la democracia, entendida como igualdad isonómica, donde cada ciudadano tiene igual representación. Aunque desde mi punto de vista, prevalece la igualdad económica, ya que posteriormente hace alusión a la “moderación” o mesura, donde ni aun las riquezas le permiten al hombre la felicidad, sino que por el contrario, recibe mayores exigencias y las desgracias son todavía peores para su oikos, situación que se explica a través de los mitos, donde los hogares que más funestas tragedias padecen, son aquellos en los que la ostentación era mucho más evidente.

Llama la atención la contestación que hace la nodriza ante la intervención del coro: “La casa ya no existe. Ha desaparecido ya por completo, pues a él lo posee un lecho real”.[23] Aquí, casa adquiere un valor mucho más significativo, puesto que nuevamente nos encontramos con el término “oikos”, el que carece de existencia, es decir, está en la ruina, ya que Jasón al contraer nuevas nupcias, rompió este vínculo con Medea, abandonándola con sus hijos, en una ciudad que la acogieron como refugiada de la que ahora la destierran. El coro tras escuchar los lamentos de Medea le responde: “El fin de la muerte vendrá pronto. ¡No hagas esta súplica! Si tu marido honra un nuevo lecho, responsabilidad suya es, no te irrites. Zeus te hará justicia en esto. No te consumas en exceso llorando a tu esposo.”[24]En este punto el coro de cierto modo nos presenta un vaticinio, ya que señala que “el fin de la muerte vendrá pronto”, lo que posee velados indicios a los posteriores crímenes de Medea y sus consecuencias, pero también se le atribuye a Zeus, quien detenta la justicia por antonomasia, la venganza al acto impío que cometió Jasón.

En el transcurrir de la obra nos encontramos con una amplia rhesis de Medea, la que abarca 51 versos, denotando las cualidades del teatro de Eurípides como señalé en un primer momento: El poner en un primer plano a Medea, como una mujer apasionada y altanera que está dispuesta a todo con tal de vengarse, además de lo complejo del carácter de ésta y las vacilaciones que tiene al momento de enfrentarse al conflicto trágico y, más aún su carácter trasgresor de la condición femenina al poseer un uso persuasivo y agudo de la palabra, que se reiterará in extenso en la obra.

Cabe destacar que el monólogo de Medea corresponde al episodio primero, parte constitutiva que en oposición a la párodos, no es cantada. Consecutivamente enfatizaré en algunos elementos que enuncia Medea una vez que ésta aparece en escena: “El extranjero debe adaptarse a la ciudad, y no alabo al ciudadano de talante altanero que es molesto para sus conciudadanos por su insensibilidad […].”[25]Sin duda alguna aquí está presente su propia condición de extranjera, quien ha tenido que regirse por las normas propias de esta ciudad, viéndose obligada a acatarlas, pero también critica a aquellos que permanecen impávidos ante el dolor de sus pares, lo que alude a su propio sufrimiento provocado por Jasón y la indiferencia que pudiese tener el pueblo hacia ella.

Posteriormente Medea expresa explícitamente la condición de la mujer ateniense, lo que sintetiza en la siguiente frase: “De todo lo que tiene vida y pensamiento, nosotras, las mujeres, somos el ser más desgraciado.”[26]Ante tales palabras, argumenta que son ellas quienes deben comprar a su esposo, ya que deben pagar una dote y lo que es peor aún, cuando han tomado una mala decisión, como se aprecia en su caso, donde se produjo una separación y ruptura de los vínculos conyugales. También se apercibe una crítica vedada a la contraposición dada entre las costumbres y las leyes nuevas, que refleja los nuevos sistemas políticos de aplicación de la justicia que estaban surgiendo en este período y su relación a la unión matrimonial, donde declara que al equivocarse con su esposo, ante las consecuencias de esa decisión es preferible la “muerte”.  Asimismo critica el hecho de tener que permanecer en su casa al servicio del marido, donde si bien las mujeres están exentas de peligros, preferiría ir a la guerra oponiéndolo al acto de dar a luz.

Por otra parte, vuelve a repudiar sus desgracias personales refiriendo: “Yo, en cambio, sola y sin patria, recibo los ultrajes de un hombre que me ha arrebatado como botín de una tierra extranjera, sin madre, sin hermano, sin pariente en que pueda encontrar abrigo a mi desgracia.”[27]Este argumento está en estrecha relación con el mito, ya que como he mencionado, no nació de Medea irse con Jasón, sino que fue producto del amor que desencadenó Eros en ella, por orden de Afrodita y, al mismo tiempo como se aprecia también en el mito, abandonó su patria, a su padre e incluso asesinó a su hermano Apsirto, para poder huir. Finalmente, culmina su monólogo con una implícita evocación del crimen que va a cometer: “Una mujer suele estar llena de temor y es cobarde para contemplar la lucha y el hierro, pero cuando ve lesionados los derechos de su lecho, no hay otra mente más asesina.”[28]

Tal como había comunicado el pedagogo, Creonte decretó el destierro de Medea, lo que dará inicio a enfrentamientos dialécticos entre ambos, sin embargo, cabe destacar que a diferencia del mito se alude sólo a dos de los hijos de Medea, mientras que de los demás no aparece mención alguna. Mas pregunta inquisitivamente el motivo de su destierro, donde Creonte refiere lo sucesivo: “Temo que tú, no hay por qué alegar pretextos, causes a mi hija un mal irreparable. Muchos motivos contribuyen a mi temor: Eres de naturaleza hábil y experta en muchas artes maléficas, y sufres por verte privada del lecho conyugal. […]”.[29]En esta oportunidad el rey de Corinto alude al menos a cinco causas del por qué de su destierro, las que son razonablemente justificables, ya que el carácter de Medea se dejaba conducir por los arrebatos de la pasión y más aún era preferible su expulsión, para prevenir próximas lamentaciones por la blandura del Rey.

No obstante, Creonte cederá ante la persuasión de Medea, después de sus incesantes súplicas lo que constata una vez más la trasgresión de ésta en relación al género femenino, ya que emplea la palabra de un modo engañoso y perspicaz. De esta forma, Creonte le otorgará el plazo de un día para que busque refugio junto a sus hijos: “[…] obtendrás lo que deseas. Pero te prevengo que, si mañana la antorcha del dios te ve a ti y a tus hijos dentro de los confines de esta tierra, morirás. Lo que te acabo de decir no es falso. Y ahora, si debes quedarte, quédate un día, pues no podrás llevar a cabo ninguna de las acciones que me aterran.”[30]Sin embargo, aquel acto piadoso de Creonte será más que suficiente para provocar la cadena de crímenes a la que se enfrentará más adelante.

En efecto, inmediatamente sale de escena Creonte, Medea tramará su plan el que queda de manifiesto explícitamente, cuando discute con el Corifeo: “¿Crees que yo habría adulado a este hombre, si no fuera por provecho personal o maquinación? […] Pero él ha llegado a tal punto de insensatez que, habiendo podido arruinar mis proyectos expulsándome de esta tierra, ha consentido que yo permaneciera un día, en el que mataré a tres de mis enemigos, al padre, a la hija y a mi esposo”.[31]Aquí resalta los asesinatos que cometerá, ante los que después de cavilar sobre el método más efectivo para ello, concluirá en que debe hacer uso de sus artes mágicas, creando un veneno mortal. También es relevante el hecho que ahora Jasón también se convierte en su enemigo, que en griego es Ekhtrós, lo que no deja de tener significación, puesto que Jasón al momento de quebrantar el lecho nupcial, automáticamente pasó de ser un philos a un ekhtrós. .

Pese a todo, Medea se nos muestra vacilante, dubitativa ante la decisión que debe tomar sobre los crímenes que realizará, lo cual es una característica esencial del teatro de Eurípides que había apuntado en el punto cuatro de los elementos que éste utilizaba. Situación que queda claramente expresada en el siguiente párrafo: “Mas, ea, no ahorres ninguno de tus conocimientos, Medea, en tus planes y artimañas. Avanza hacia tu acción terrible, ahora debes dar prueba de tu valor. Ves el trato que recibes. No debes pagar el tributo del escarnio en la boda de Jasón con una descendiente de Sísifo. Tú eres hábil y, además, las mujeres somos por naturaleza incapaces de hacer el bien, pero las más hostiles artífices de todas las desgracias.”[32]

En el primer estásimo se establecen dos críticas, la primera de ellas dirigida a los dioses, donde se nos revela un creciente escepticismo en éstos debido a que no se comportan de un modo justo y, en otro ámbito se refiere a la condición de la mujer, la que se pretende enaltecer. Ambas particularidades son propias del teatro de Eurípides y lo manifiesta a través de marcas textuales: “Entre los hombres imperan las decisiones engañosas y la fe en los dioses ya no es firme. Pero lo que se dice sobre la condición de la mujer cambiará hasta conseguir buena fama, y el prestigio está a punto de alcanzar al linaje femenino; una fama injuriosa no pesará ya sobre las mujeres.”[33]

En el episodio segundo entra en escena Jasón, comenzando con un rhesis de 19 versos donde le reprocha a Medea ser ella la culpable de sus desgracias y que la desterrarán, debido a su osadía e injurias continúas a los soberanos y que pese a todo él no le desea mal alguno. Ante lo que Medea se extiende en respuesta con una rhesis de 55 versos, descollando con creces sobre Jasón, adquiriendo con ello supremacía en el diálogo lo que genera una situación de jerarquías, siendo Medea quien posee más poder. Aquí Medea señala las hazañas que hizo para ayudar a Jasón, lo que no mencionaré con detención, ya que está en íntima relación con su carácter mítico.

Por otra parte, hay un fragmento del monólogo de Medea que versa respecto a diversos temas que es preciso abordar: “[…] se ha desvanecido la confianza en los juramentos y no puedo saber si crees que los dioses de antes ya no reinan, o si piensas que ahora hay leyes nuevas entre los hombres, porque eres consciente, qué duda cabe, de que no has respetado los juramentos que me hiciste.”[34]Se aprecia una crítica a la contraposición que se produce entre las leyes tradicionales (de índole divina, que no están escritas) y a aquellas nuevas (de carácter humano, que están en proceso de codificación), lo que evidencia los perjuicios que esta oposición puede causar en la ciudadanía. Desde otra perspectiva, a lo largo de este monólogo se percibe constantemente un matiz irónico, el que es mucho más inteligible hacia el final: “En ti tengo un esposo admirable y fiel, ¡desdichada de mí!, si soy desterrada y expulsada e esta tierra, privada de amigos, completamente sola con mis hijos. ¡Bonito reproche para el recién casado el que sus hijos anden errantes como mendigos y también la que le ha salvado!”.[35]

Jasón manteniendo firmemente su postura, ante el monólogo de Medea intenta ser más locuaz que ésta, donde se aprecia una comparación con un timonel de navío. Luego alude en relación con el mito, a que fue Cipris o Afrodita, quien envió a Eros para que lanzara una de sus flechas a Medea y que ésta se enamorase de Jasón, aunque finalmente le reconoce su participación. Pero añade que fue ella quien obtuvo más que él en cuanto a beneficios: “En primer lugar, habitas en tierra griega y no extranjera, y conoces la justicia y sabes utilizar las leyes sin dar gusto a la fuerza. Todos los griegos saben que eres sabia y te has ganado buena fama […]”.[36]Pervive una explícita alusión a la superioridad griega en las leyes, donde se le da gran cabida al valor de la justicia, pero si se establece una relación minuciosa, hay una clara contraposición entre la democracia ateniense y la tiranía, lo que se denota patentemente. Pero también se destaca lo significativo que era adquirir renombre y más aún si se habitaba en tierra griega.

Posteriormente se nos da a conocer el por qué de sus nuevas nupcias, cuyo argüir es el siguiente: “[…] Lo hice con la intención de llevar una vida feliz y sin carecer de nada, sabiendo que al pobre todos le huyen, incluso sus amigos, y, además, para poder dar a mis hijos una educación digna de mi casa”.[37]De lo que se desprenden dos razones primordiales, su bienestar económico y el bien de sus hijos, sin embargo, ninguna de ellas apela a la ventura de Medea. Pero culmina con una frase que ha catalogado a Eurípides como misógino: “Los hombres deberían engendrar hijos de alguna otra manera y no tendría que existir la raza femenina: así no habría mal alguno para los hombres.”[38] Situación que posee una relación directa con el carácter de Medea y lo desastroso que resulta para sus seres queridos, que por generalización representa lo negativo del carácter femenino cuando la atrapan los ímpetus de la pasión.

Subsiguientemente el Corifeo expone su juicio valorativo sobre los hechos, el que estaba en contra del actuar de Jasón: “Jasón, bien has adornado tus palabras, pero me parece, aunque voy a hablar contra tu punto de vista, que has traicionado a tu esposa y no has obrado con justicia.”[39]Pero también destaca su labia, donde cuantitativamente Jasón enunció 54 versos, cantidad similar a lo dicho por Medea, que refleja la costumbre de los tribunales atenienses de que los oradores de ambos bandos empleasen la misma cantidad de tiempo para su argumentación, lo que era medido con una clepsidra.

En el segundo estásimo del coro, se indican por un lado la mesura en el amor, puesto que los arrebatos de la pasión que se encuentran en el extremo sólo provocan pesares y, por otro la fidelidad conyugal y la castidad como los dones más bellos, pero también refiere el hecho de estar privado de la tierra patria, que en síntesis son los hechos a los que se ve enfrentada Medea y por ello el coro entona un canto que recurre a ella continuamente: “De ti no se ha compadecido ni la ciudad ni amigo alguno, a pesar de sufrir los sufrimientos más terribles […]”.[40]

Avanzando en el relato, al llegar al episodio tercero entra en escena Egeo, quien según el mito se casará con Medea una vez que es desterrada. Es aquí donde ambos se cuentan mutuamente sus infortunios, Egeo refiriéndole que no ha podido engendrar hijos y que por ello se dirigió al templo de Apolo en Delfos donde le dieron a conocer un vaticinio indescifrable salvo para un hombre sabio. Y, por otra parte, Medea le cuenta que Jasón ha traicionado su lecho y que además la ha desterrado, razón por la que Egeo le ofrece hospitalidad cuando ésta lo necesite, sin embargo, Medea le pide garantías de su promesa y, de esta guisa jura por los dioses no traicionar su palabra. Una vez que se aleja Egeo, expone cómo llevará a efecto el plan que ya había pensado, donde enviará a un heraldo en busca de Jasón, donde lo convencerá de que está de acuerdo con él, pero además le pedirá que no destierren a sus hijos, para que así no duden de su reivindicación, pero como sabemos, es un mero ardid. 

Cabe destacar que los regalos que enviará a Glauce y el método que usará para acabar con su vida, permanecen en concordancia con el mito, rasgo característico que Eurípides decidió conservar. No obstante, se lamenta por la acción sacrílega que cometerá contra sus hijos, ya que también piensa asesinarlos: “Ahora, sin embargo, cambio mis palabras y rompo en sollozos ante la acción que he de llevar a cabo a continuación, pues pienso matar a mis hijos; nadie me los podrá arrebatar y, después de haber hundido toda la casa de Jasón, me iré de esta tierra, huyendo del crimen de mis amadísimos hijos y soportando la carga de una acción tan impía.”[41]

En el estásimo tercero se enaltece a Atenas, relatando metafóricamente la dicha de este pueblo desde sus cimientos, donde primaba la sabiduría y la armonía, lo cual es descrito a través de su carácter mítico. Pero esta imagen aparece subordinada a las súplicas que realiza el coro, utilizando esta descripción como una forma de persuasión ante Medea, lo que como se oteará a posteriori no surtirá efecto, ya que Medea no desistirá de su propósito.

Consecutivamente en el cuarto episodio ingresa a escena Jasón acompañado por la nodriza, donde se producirá un diálogo más ameno entre éste y Medea, aunque nuevamente esta última desplegará sus artes disuasorias y engañosas convenciendo a Jasón de su arrepentimiento e insensatez del anterior diálogo con él, cediendo crédulamente. Pero Medea para tornar más veraz su actuar, le pide a Jasón que ruegue a los soberanos que sólo la destierren a ella y no a sus hijos, ante lo que él le promete que hará cuanto esté en sus manos y es en este momento cuando ella le dice que para agradar a su nueva esposa lleve los regalos que ya han sido mencionados en el mito (un sutil peplo y una corona de oro), todo lo cual estaba vilmente planeado por Medea. Luego el cuarto estásimo sólo nos confirma una vez más lo que se nos ha reiterado en la obra, las funestas consecuencias que la venganza de Medea traerá para sus philos, cuyo motivo se repite continuamente en el teatro de Eurípides y que mencioné en el punto 6 de las características de éste.

Por otro lado en el episodio quinto se sucede el desenlace de la venganza de Medea, ya que una vez retornan sus hijos con el pedagogo, éste le confirma que se ha hecho entrega de los regalos y que los soberanos han accedido a velar por sus hijos y no desterrarlos. Pero al unísono se prepara para dar el golpe final, el que implica acabar con sus hijos, no obstante, se nos representa la incertidumbre de Medea, puesto que el amor de madre que siente por sus hijos la hace dudar: “No podría hacerlo. Adiós a mis anteriores planes. Sacaré a mis hijos de esta tierra. ¿Por qué, por afligir a su padre con la desgracia de ellos, debo procurarme a mí misma un mal doble? ¡No y no! ¡Adiós a mis planes!”.[42] Pero como se nos muestra al final, triunfó la pasión por sobre la sensatez. Situación que es proferida por Medea, que pese a su propio mal, se eleva por sobre ellos y reflexiona sobre el destino de la humanidad, lo que si se analiza desde un punto de vista de la forma sería una moraleja, por el fin didáctico del mensaje: “Sí, conozco los crímenes que voy a realizar, pero mi pasión es más poderosa que mis reflexiones y ella es la mayor causante de males para los mortales”.[43]

En el mismo episodio entra en escena un heraldo de Jasón y anuncia los terribles sucesos acontecidos en palacio, ante lo cual hace una descripción minuciosa de los hechos donde no sólo murió Glauce, sino que también su padre Creonte. Sus muertes en relación al mito son detalladas de un modo similar, sin embargo, en el mito también se referían las muertes de los huéspedes de palacio y cómo Jasón había resultado ileso, hechos que no son mencionados en la tragedia. A continuación el coro en el quinto estásimo procura persuadir a Medea de que no haga perecer a sus hijos, donde invoca al dios sol, bisabuelo de ésta y, por otro lado aparece la imagen de las Erinis, las que en este pasaje aparecen como las diosas vengadoras de los delitos de sangre, que como tales eran comúnmente aborrecidas: “¡Detenla, oh luz nacida de Zeus, arroja de la casa a la desdichada y asesina Erinis enviada por los dioses vengadores!”.[44]

Finalmente en el éxodo se nos presenta una primera escena donde se produce el diálogo entre Jasón y el coro, donde se le revela a Jasón la muerte de sus hijos en manos de Medea y, luego aparece ésta en un carro tirado por dragones alados, tal cual el mito, lo que desde una perspectiva escenográfica era representado por un deus ex machina, como mencioné en el punto 7 de las características del teatro de Eurípides. Pero además se señala que llevará a sus hijos ya muertos al templo de Hera, lo que se contradice con el mito, ya que según éste eran llevados hacia ese lugar para salvarlos de la venganza del pueblo Corinto, pese a que perecerían de todos modos, pero sus almas se hicieron inmortales y así en lo sucesivo se instauró un rito expiatorio del crimen. Si bien se expone que se dirigirá al palacio de Egeo, no se refieren otros detalles del mito. El pasaje culmina sin una resolución absoluta del conflicto, sino que de un modo inusitado: “Zeus en el Olimpo es el dispensador de muchos acontecimientos y muchas cosas, inesperadamente, concluyen los dioses. Lo esperado no se llevó a cabo y de lo inesperado un dios halló el camino. Así se ha resuelto esta tragedia.”[45]
En torno a la investigación se precisó analizar la obra Medea, cuya tragedia de Eurípides se encontraba íntimamente ligada a su carácter mítico, lo cual se ha establecido en la argumentación, sin embargo, pese a ello también se ha resaltado, que existían otras variantes que fueron incorporadas por Eurípides, incluso ciñéndose a un espacio temporal menor, por las limitaciones que eran impuestas para ser representadas en las dionisiacas, en las que se exigía un máximo de extensión. Además se refirieron a grandes rasgos sus características contextuales, aludiendo a los conflictos más característicos de este período y algunas líneas de pensamiento preponderantes, como la sofística, lo que enlazado con las particularidades del teatro eurípideo nos acerca un tanto más a la comprensión de su obra.


[1]Robert Graves, Los mitos griegos 2, Alianza editorial, Madrid, 1996. “La reunión de los argonautas”; p. 271.
[2] Ibidem.
[3] Robert Graves, Los mitos griegos 2, Alianza editorial, Madrid, 1996. “La toma del vellocino”; p. 298.
[4] Ibidem.
[5] Ibidem.
[6] Ibidem.
[7] Robert Graves, Los mitos griegos 2, Alianza editorial, Madrid, 1996. “El asesinato de Apsirto”; p. 303.
[8] Robert Graves, Los mitos griegos 2, Alianza editorial, Madrid, 1996. “El Argo vuelve a Grecia”; p. 308.
[9] Robert Graves, Los mitos griegos 2, Alianza editorial, Madrid, 1996. “La muerte de Pelias”: p. 315.
[10] Ibidem.
[11] Robert Graves, Los mitos griegos 2, Alianza editorial, Madrid, 1996. “Medea en Éfira.”: p. 320.
[12] Ibidem.
[13] Ibidem.
[14] Robert Graves, Los mitos griegos 2, Alianza editorial, Madrid, 1996. “Medea en el destierro”: p. 322.
[15] “Denominación que se atribuye a aquella que tuvo la conciencia más clara de los avances de la democracia y la ilustración ateniense.” Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Introducción general”: página X.
[16] “Aparición de un dios introducido por una máquina del teatro, una especie de grúa, que lo traía volando desde el Olimpo para concluir la pieza”. Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Introducción general”: página XIX.
[17] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 73.
[18] Ibidem.
[19] Ibidem.
[20] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 76.
[21] Ibidem.
[22] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 78.
[23] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 78.
[24] Ibidem.
[25] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 81.
[26] Ibidem.
[27] Ibidem.
[28] Ibidem.
[29] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 83.
[30] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 86.
[31] Ibidem.
[32] Ibidem.
[33] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 88.
[34] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 91.
[35] Ibidem.                                                       
[36] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 92.
[37] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 93.
[38] Ibidem.
[39] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 94.
[40] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 96.
[41] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 102.
[42] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 111.
[43] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 112.
[44] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 117.
[45] Eurípides, Tragedias I, Editorial Gredos, Madrid, 2000. “Medea”: página 123.

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