“Cada nueva escuela literaria representa una revolución, un fenómeno que se asemeja a la aparición de una nueva clase social”.
B. Eichembaum.
En primera instancia cabe referir el contexto en que surgió esta nueva línea de estudio literario, la que se manifestó en Rusia entre los años 1914 y 1930, gestándose de este modo en pleno proceso político revolucionario en la Rusia Zarista, cuyo sector de ser predominantemente agrícola se convirtió en uno que paulatinamente se iría industrializando. Por ello se vio delineada por continuas transformaciones, tales como el intento revolucionario de 1905, la Revolución bolchevique de octubre de 1917, la constitución del estado soviético y el primer plan quinquenal de Stalin de 1929. Por otro lado, es menester consignar que estos estudios literarios no surgieron de una forma unívoca, sino que residieron en distintos lugares, constituyendo diversas escuelas, entre las que prevalecían el Círculo Lingüístico de Moscú (Buslaev, Bogatyrëv, Jakobson, Vinokur, Tomachevski, Brobov), el que surgió en 1915 y la Sociedad para el estudio de la Lengua Poética (Opojaz) (Jakubisnkij, Polivanov, Shklovski, Eichenbaum, Bernstein, Tinianov, Propp), fundada en el año 1916 en San Petersburgo. Ambas escuelas eran dirigidas por grupos de estudiantes que se organizaron al margen de la institucionalidad universitaria, los que recibieron influjos de la vanguardia, de eminentes filósofos como Kant e incluso escogieron determinados métodos de análisis de la lingüística, sobre todo del Estructuralismo de Saussure.
Pero también es preciso considerar que quienes pertenecían a esta vertiente de estudios literarios, no se catalogaban a sí mismos como formalistas, sino que fue una denominación peyorativa otorgada por los estudiosos clásicos, orientados por un significado o por un sentido de lectura antes que por una forma o significante. Además que el llamado método formal, no pretendía ser un sistema metodológico, sino que más bien eran esbozos de una ciencia autónoma y concreta, tal como lo definen ellos mismos: “Lo que nos caracteriza no es el formalismo como teoría estética, ni una metodología que representa un sistema científico definido, sino el deseo de crear una ciencia literaria autónoma a partir de las cualidades intrínsecas de los materiales literarios. Nuestra única finalidad es la conciencia teórica e histórica de los hechos que pertenecen al arte literario como tal.”[1]
Es así que al constituirse como ciencia se encontraron con la problemática de definir un objeto de estudio, el cual no podía ser la literatura ya que ésta se tornaba inabarcable y más aún si seguía la línea que se venía generando desde antaño, donde en los estudios literarios se habían incluido temáticas tan variadas como la vida personal, psicología, política, filosofía, entre muchas otras disciplinas, lo que según los formalistas desde esta perspectiva: “Se componía un conglomerado de pseudos disciplinas en lugar de una ciencia literaria”.[2] Como tal, poseían un carácter riguroso, concreto y específico que les concedía la ciencia de índole positivista donde rechazaban las premisas filosóficas, las interpretaciones psicológicas y estéticas, determinando con ello un principio de concreción y especificación que les permitió canalizar sus esfuerzos hasta desembocar en postulados como los siguientes: “Postulábamos y postulamos aún como afirmación fundamental, que el objeto de la ciencia literaria debe ser el estudio de las particularidades específicas de los objetos literarios que los distinguen de toda otra materia.”[3]De esta forma concluyeron en una delimitación de este objeto, cuya noción fue propuesta por Roman Jakobson: “El objeto de la ciencia literaria no es la literatura sino la “literaturidad” (literaturnost), es decir, lo que hace de una obra dada una obra literaria.”[4]
En tal definición se percibe una analogía en lo que ha establecido Saussure, quien como ya he mencionado influyó en determinados postulados de los formalistas, que procederé a analizar a continuación. En un primer momento Saussure también se enfrentó al problema de la delimitación de un objeto de estudio, debido a que el lenguaje al igual que la literatura, era inabarcable por su vinculación a múltiples disciplinas, así derivó en que el punto de vista crea al objeto y no a la inversa, como se pensaba habitualmente (idea que fue empleada fielmente por los formalistas), de allí que el objeto de estudio lingüístico no sea el lenguaje (capacidad general del individuo en la que intervienen desde hechos fisiológicos hasta hechos físicos) o el habla (modo de utilización particular del lenguaje en una determinada circunstancia), sino la lengua (sistema social del lenguaje, entendida como un conjunto de reglas básicas, el modelo general que preside y subyace a todo uso particular de ese modelo lingüístico).
Sin embargo, interesa destacar la trascendencia de la materialidad de la lengua, puesto que como objeto de estudio cumple con el requisito de comprobación y de hipótesis, pues tiene en cuenta un sistema de relaciones basadas en la unión de una imagen acústica (significante) y una imagen conceptual (significado) y, además, está aislada de la psicología, el mundo (el referente). Relación que los formalistas tomarán para establecerla en la literatura, donde su materialidad se manifiesta en dos variables, la cuantificación, que se refiere a la estructura o ámbito formal y a la cualificación que recae en el lector, donde radica la disposición y características que posee como receptor de una obra literaria. Es en este punto donde la teoría fenomenológica de Husserl cobra especial relevancia, pues ésta pretendía: “generar una ciencia en sí, cuyo correlato es un objeto en sí; además, la fenomenología está basada en la idea de percepción y de la conciencia de dicha percepción”[5], lo que permitió delimitar el aparato lógico formal, que es coincidente con lo planteado por Jakobson y su noción de “literaturidad”.
No obstante, Husserl también realizará otros aportes, los que guardan relación con la conciencia de sí, pues la percepción siempre está marcada por un sistema de coordenadas fijadas espacio temporalmente. La conciencia, por tanto, es el lazo que une el adentro del observador con el afuera de lo observado mediante la percepción. En la misma línea Bergson aporta la idea de “una conciencia interna, de un yo interno, regido por un tiempo distinto al cronológico, cuyo nombre es duración. La duración es el lugar donde la vida fluye sin que nada se pierda; en oposición al mundo externo, superficial, espacial, homogéneo, repetible, esquemático, mecánico y discontinuo, la duración proporciona una experiencia heterogénea, irreversible, irrepetible, discontinua, interna, temporal.”[6]
Desde otro ángulo, una de las características definitorias de los formalistas rusos fue el establecimiento de pares de oposiciones, a semejanza del método empleado por Saussure en su Curso de Lingüística General[7], procedimiento que les fue de suma utilidad, ya que les permitió conformar un aparato lógico formal estructurado y coherente:
Lengua cotidiana/ lengua poética: Yakubinski fue uno de los primeros en confrontar estas nociones en su artículo “Sobre los sonidos de la lengua poética”, donde señala: “Los fenómenos lingüísticos deben ser clasificados desde el punto de vista de la finalidad propuesta en cada caso por el sujeto hablante. Si éste los utiliza con la finalidad puramente práctica de la comunicación, se trata del sistema de la lengua cotidiana (del pensamiento verbal) donde los formantes lingüísticos (sonidos, elementos morfológicos, etc.) no tienen valor autónomo y son sólo un medio de acumulación. Pero se pueden imaginar (y ellos existen realmente) otros sistemas lingüísticos en los que la finalidad práctica retrocede a segundo plano (aunque no desaparece enteramente) y los formantes lingüísticos obtienen entonces un valor autónomo.”[8] De lo precedente se desprende el carácter referencial de la lengua cotidiana, puesto que su finalidad es la comunicación, mientras que en la lengua poética la atención se centra en la forma más que en el significado de las palabras del poema, por tanto, lo trascendente es su carácter morfológico, donde el contenido no se encontraría explícito, sino que por el contrario, tiende a lo implícito, predominando la función poética del lenguaje.
Pero también Shklovski en su artículo “Potebnia”, alude a que la lengua poética difiere de la lengua prosaica por el carácter perceptible de su construcción, es decir, que existen una serie de aspectos, ya sean acústicos, articulatorios o semánticos o una determinada combinación de palabras, las que provocan que percibamos la diferencia, lo que nos lleva a una desautomatización que referiré en el siguiente par opositivo.
Ejemplo de Lengua prosaica (cotidiana)/ Lengua poética:
Lengua prosaica:
“Manual de instrucciones Black & Decker: Batidoras series MX-42 / MX-95
Cómo usar:
Este aparato es solamente para uso doméstico.
1. Asegúrese que la batidora está apagada en la posición (0) y desconectada antes de instalar o retirar los accesorios.
2. Instalación de las aspas de alambre: introduzca el aspa de alambre según aparece en la ilustración (A). Empuje y gire el aspa ligeramente en la batidora hasta quedar segura. Repita el mismo proceso e inserte la otra aspa en el segundo orificio (…)”.[9]
Lengua poética:
“Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo (…)”.[10]
Julio Cortázar.
Extrañamiento (Ostranenie)/ automatización: “El arte es interpretado como un medio de destruir el automatismo perceptivo; la imagen no trata de facilitarnos la comprensión de su sentido, sino de crear una percepción particular del objeto, la creación de su visión y no de su reconocimiento. De allí proviene el vínculo habitual de la imagen con la singularización.”[11]Se atisba en el extracto precedente que comúnmente como receptores en la comunicación cotidiana estamos acostumbrados a responder de un modo automático y económico del lenguaje, mientras que el lenguaje poético por el contrario, implica un proceso de decodificación mayor que incluso manifiesta formas obstruyentes que dificultan su comprensión, pero aquello justamente es lo que nos permite entrar en un estado alterado de la percepción, ya que debemos repensar las imágenes que se nos presentan, provocando así una desautomatización o extrañamiento. “Este extrañamiento se genera ante la deformación creadora que tiene por objeto a la lengua, actuando en niveles macro y micro lingüísticos (produciendo transformaciones en lo "real" y abandonos de los usos normales de los signos), y lleva a los receptores a plantearse nuevas perspectivas y nuevas formas de percepción; objetivo que logra la obra literaria a partir de sus procedimiento (prien).”[12]
Ejemplo de desautomatización:
Bostezó Floris, y su mano hermosa,
Cortésmente tirana y religiosa,
Tres cruces de sus dedos celestiales
Engastó en perlas y cerró en corales,
Crucificando en labios carmesíes,
O en puertas de rubíes,
Sus dedos de jazmín y casta rosa.
Francisco de Quevedo, “Madrigal”
En el extracto anterior, se aprecia un ejemplo de desautomatización, puesto que se emplea un lenguaje que va más allá de lo cotidiano, el que nos invita a realizar una lectura más acuciosa, para que a través de marcas textuales logremos develar su significado y posibles interpretaciones.
Historia (Fábula)/ trama:”Se ha definido la diferencia que existe entre la noción del argumento como una construcción y la noción de trama como un material.”[13] La visión planteada entiende construcción de la fábula como una descripción de hechos que están en una relación de causalidad o en orden cronológico, mientras que por trama alude a la presentación del “material” semántico, es decir, es la disposición artística de los acontecimientos que conforman la narración. En este sentido, la trama incorpora recursos para interrumpir la causalidad del relato, ya sea para prolongarlos o matizarlos, por ello es la encargada de generar en el lector un “extrañamiento”.
Ejemplo de fábula/ trama:
Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
- ¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo
un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro,
quisiera estar en Ispahan.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la
tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
- Esta mañana, ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un
gesto de amenaza?
- No fue un gesto de amenaza – le responde – sino un
gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta
mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.
Jean
El gesto de la muerte, Jean Cocteau.
[1] “La teoría del método formal”, en Todorov, T. (antologador), Teoría de la literatura de los formalistas rusos, México, Siglo XXI, 1970, pp. 22.
[2] Ibidem. pp. 26.
[3] Ibidem. pp. 25.
[4] Ibidem. pp. 26.
[5] Antecedentes del formalismo Ruso, Prof.: S. Caruman J.
[6] Ibidem.
[7] “Curso de Lingüística General”, Ferdinand de Saussure. Editorial Losada, Buenos Aires, 1945.
[8] “La teoría del método formal”, en Todorov, T. (antologador), Teoría de la literatura de los formalistas rusos, México, Siglo XXI, 1970, pp. 26-27.
[9] Ejemplos lenguaje coloquial v/s lenguaje poético, Prof.: S. Caruman J.
[10] Ibidem.
[11] “La teoría del método formal”, en Todorov, T. (antologador), Teoría de la literatura de los formalistas rusos, México, Siglo XXI, 1970, pp. 32.
[12] La especificidad del lenguaje literario - ¿Qué es la literatura?, Prof.: S. Caruman J.
[13] “La teoría del método formal”, en Todorov, T. (antologador), Teoría de la literatura de los formalistas rusos, México, Siglo XXI, 1970, pp. 39.
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